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Carezco del sentido y del límite
del marco topográfico calculado
de esos milímetros silábicos
del aumento de estancias en el extranjero.
Adolezco de esa lista interminable de términos,
de una noche atrapada en el cementerio.
—Eso es síntoma de un delfín
—dijiste —.
De una muerte por encierro.
Y dejaste de jugar con las palabras
para pasar a contabilizar los juegos manuales de un pirata.
para pasar a ser responsable de
esa contabilidad para-lela del subsuelo.
Ahora te lanzan billetes
postrando sin pudor tu egografía,
tu silencio.
El último bastión listo está para el deshielo.
Júrame que no volverás.
Fírmame en este papiro
el motivo de desazón y tu destierro;
Convoca al gran jurado
de una vez por todas.
Romperé el pareado de la discusión
y,
decidirán ellos
sobre tu comercio de inmigrantes digitales
sobre la competición dignificada de la atención
por la magnífica distorsión pupilar
sustituta de la luz de un jilguero.
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