El poema es la interrupción noble de un silencio.
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Deja de venderme el infinito
como si
de una noble obra de arte suscrita
al alma
fuese.
Porque no lo es.
Subo las escaleras
tatuando cada paso
cada intervalo entre pasos
en la brisa oculta del acontecimiento.
Y tú, quieres venderme
el infinito
en marcas de piel, en nucas, en muñecas
en ejercicios acuáticos tardíos.
Tú buscas sin más
dejar el sonido del agua reverberante
cerca del estruendo de la ola anecoica.
...
Deja de venderme el infinito.
El humo desprendido
desde allí
suele disiparse con el parpadeo de mi ojo izquierdo.
Y, entonces,
descubro el poder del vacío
mientras crees que no te observo
desde lejos.