–Si le parece bien comenzaremos por algo sencillo.
–Me parece.
–Bien, pues túmbese– le dijo indicándole el diván isabelino situado debajo del ventanal.
Y sin cuestionamiento alguno, se tumbó. Respiró mostrándose nervioso y se preparó para el gran evento de hipnosis que llevaba esperando cinco semanas.
Cinco semanas en las que tuvo que soportar dos vuelos intercontinentales. Dos interminables vuelos en el mundo físico y en el plano astral gracias a la cantidad de 2 gramos de Clonazepam por litro de sangre. Su miedo a volar era tan fuerte que el riesgo de poseer experiencias extrasensoriales le parecía algo banal comparativamente. Así que, prefería ingerir droga legal antes que soportar la realidad pese a que, según su hija, pareciese un héroe volador por ir a cinco mil pies de altura.
–Respire hondo. Un, dos, tres.
Y él, respiró repitiendo las instrucciones.
–Ahora va a notar como en su cuerpo entra el aire de forma extraña. Un aire más denso de lo normal.
Así era. El aire se espesó. Una especie de neblina de oxígeno que se acercaba a su cuerpo. Comenzó a notar cómo se introducía por sus fosas nasales presionando más de lo normal. Decidió abrir la boca por su cuenta. Para compensar, pensó.
–Muy bien, ahora vuelva a repetir pero, un poco más despacio. Intente contar despacio cada número. U-n-, d-o-s, t-r-e-s...
Y repitió.
Pasado unos instantes en su mente, (aunque llevaba aproximadamente toda la tarde en la consulta del psiquiatra), su consciente se apagó. Tal cual.
–¡Ya era hora!–exclamó el doctor visiblemente disgustado.
Para equilibrar, lo que en otros pacientes costaba muchas sesiones, en su caso, ocurrió instantes después de conseguir "el sueño hipnótico".
Aparecieron una especie de rasgos inconscientes entremezclados. Esos rasgos conformaban un todo extraño en el que se disparaban frases inconexas, referencias a colores, onomatopeyas, palabras sueltas o sonidos, a veces guturales, a veces nasales. Incluso sonidos de naturaleza escatológica y algún eructo.
No era la primera vez que el doctor lidiaba con este tipo de situaciones. El estudio del inconsciente le ocupaba ya cerca de siete años. Durante ese tiempo había tratado a un grupo nutrido de personas con fobias. Casi todas ellas, en su primera fase, respondían así a la hipnosis.
Por cuestiones de credibilidad, quería recabar una muestra significativa antes de dar a conocer cualquier resultado o conclusión. De ahí que fuese una investigación que se mantenía en el más estricto secreto profesional.
Sin embargo, no era esa fase la que le interesaba al doctor Perales, sino más bien la segunda.
El siguiente nivel de inconsciencia, como todo el mundo sabe, es un nivel de acceso complicado, casi impracticable. Pero no para este médico en particular.
El doctor Perales, consiguió, no solo acceder a él sino que, además, había podido manipularlo. Esto, obviamente, era algo desconocido para sus pacientes. También, para el resto del mundo.
-Ahora vas a dejar de articular estupideces– le espetó con un tono inquietante.
En ese momento, sus hasta ahora incoherencias y sonidos nasales, acompasados de eructos intermitentes, cesaron. Su cuerpo volvió a un estado de letargo y se incorporó del diván para quedarse sentado, a la espera de instrucciones.
–En este momento, ¿me escucha? –interrogó para comprobarlo.
Su cabeza asintió. El sí y el no eran unos y ceros para sus neuronas. Algo fácil de comprender para una mente decapada.
–Bien. Sé que usted, como todos, desean aflorar en el mundo real el mayor tiempo posible. Como intuye, para que eso ocurra, debe realizar ciertas acciones previas. De lo contrario, no podré ayudarle, ni a usted ni a su corpóreo anfitrión y sus fobias terrenales. ¿Lo tiene claro?
La cabeza del paciente volvió a asentir sin cuestionamientos.
–Me alegra saberlo. Comencemos entonces. La primera de las cosas que va a tener usted que realizar es una prueba de obediencia. ¿Comprende?
El paciente sacudió su caja mental en tono afirmativo.
–Lo que quiero que haga de aquí a la próxima visita es lo siguiente: Todos los días, a las cinco en punto de la tarde se va a atar los cordones del calzado que lleve ese día. Procure pues, siempre, llevar zapatos con cordones o zapatillas. Si no están desatados, que es lo más lógico, deberá desatárselos usted y volver a atárselos. ¿Lo ha asimilado?
Una vez finalizó la explicación del doctor, la vuelta al mundo de la consciencia tomó parte en el lenguaje médico del psiquiatra.
–Muy bien. Ahora respirará lentamente e intentará expulsar el aire denso por la boca de forma controlada. Respire por la nariz y espire por la boca juntando los labios como si fuese a silbar.
Así lo hizo. Siguió fiel las instrucciones y su toma de conciencia al abrir los ojos le sorprendió haciéndole morritos al médico.