ESPESANTE Y ACIDULANTE. NO, NO. SIN ADITIVOS I

Se acercaban las cuatro de la tarde. Llevaba un buen rato buscando aparcamiento. Últimamente por mi zona se está poniendo imposible pero no hay que desistir. De lejos visualizo una muchacha haciendo ese leve gesto de intencionalidad para quitarse la chaqueta. <<Esa se va>> pienso.
Efectivamente. Mi instinto rastreador sigue intacto. La chica entra en el nuevo micro micra y desde lejos asiente con la cabeza ante mi levantamiento de cejas interrogantes. Todo un prodigio de lectura facial a distancia ante el contexto costumbrista también, ¿no creéis?
Tarda unos segundos más. Sabe que para mí, el hueco que ella deja es un trofeo (a estas alturas de la búsqueda) y por eso da la sensación de que se recrea para salir con su coche. Conozco esa sensación.
Fuente imagen: pixabay
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En ese momento, el maldito pitidito del cuadro electrónico. ¿Qué c... pasa ahora? Miro el salpicadero y observo que la temperatura ha subido al máximo? ¿¡Qué!? No me habría alarmado tanto de no ser porque hacía justo una semana que reparé el termostato y la junta del radiador del agua del coche…llevaba tiempo avisando y al final, la goma cedió. Tuve que llevarlo de urgencias, haciéndole un pequeño torniquete y rellenando el recipiente del refrigerante con agua destilada cada 2 km hasta el taller. Perdía líquido con solo echarle. Así que, merecía la pena economizar con agua. Y lo arreglaron. Lo arreglaron bien. Todo funcionaba correctamente. Hasta hoy.
El caso es que aparco, abro el capó del coche y observo el depósito del agua del radiador. Por debajo del límite mínimo. ¡Qué suerte la mía! No recordé comprobarlo pero el especialista no habría dejado el depósito del agua vacío...Obvio, ¿no?
Subí a casa. Asqueada. <<Otra vez al mecánico>> mascullo entrando en pánico antes justo de sentarme en el sofá. Mi marido está a punto de iniciar otro de los capítulos de una serie que comenzamos a ver juntos. Domingueamos de esa forma. Somos nómadas en descanso dominical aderezados con la embriaguez que provocan los largometrajes en serie.
—¿Quieres ver otro capitulito? —me pregunta sonriente.
—No te lo vas a creer —corto a catana la posible respuesta mientras observo esa lucidez cándida en sus ojos.
—¿Qué te pasa?
—El coche, se me ha vuelto a calentar.
—¡Vaya! —exclama resignado.
—No lleva agua. Y no llevo refrigerante.
—Siempre hay que llevar refrigerante en el coche —contesta condescendiente.
—Y aceite, lo sé... —susurro con resignación —. Antes de ponerme en lo peor, creo que debería rellenar el depósito del agua, aunque sea con destilada. De esa sí llevo en el maletero. Como parche hasta que vaya a buscar refrigerante valdrá —concluyo.
—Seguro. Ha llegado hasta aquí una semana después. Creo que llegarás con él hasta el hipermercado sin problemas.
—¿Empezamos?
—Sí —contesto observando el teléfono móvil el que que visualizo las 16:02 minutos.

Después de 22 minutos, el capítulo en cuestión finaliza.





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