SUPERACIÓN DEL LÍMITE DE LA VELOCIDAD DE LA LUZ.

Fuente imagen: Blog Emma Gunst
Al reloj le costaba superar la barrera de las tres cuando sonó el teléfono. El teléfono fijo. Lo hice instalar en mi habitación porque a mis padres les suponía un sonido metálico algo melancólico. Eran contrarios a cualquier cosa que les hiciera retrotraerse más allá de los ochenta en cuanto a sonidos se refiere. Cosas de padres, ¿qué queréis que os diga? Yo no tengo culpa de nada. 
El caso es que, cuando descolgué escuché a Principio algo alterado:

—La cosa va de chapas.
—¿De chapas? - pregunté con una incredulidad que no espera respuesta.—¡Putos ludópatas de mierda!
—Joder...¿quieres callarte? 
—Va...¿en serio?
–Sí. Haz el favor de venir. ¿Cuánto tiempo crees que tardarás en llegar?
—No sé. La verdad es que me estoy comenzando a plantear si merece la pena... Creo que no me pagan lo suficiente...
—Reflexionar en exceso es lo que te ha traído hasta aquí. ¿Quieres más?

Reí como quien sabe a ciencia cierta que el resultados de sus actos calarán profundo sin reconocimiento. Una risa muy poco superficial, cierto.
Salí de casa en 17 minutos exactos. No creo que me echen en falta. Saben que mi trabajo comporta ciertas responsabilidades de primera dama que otros, incapacitados para desarrollar la intuición, ni soñarían. Pero eso no ocurría con mis padres. Ellos eran la guinda del pastel que todo Illuminati desearía. Sus mentes desarrollaron un instinto reptiliano capaz de hacer preguntas ajenas a la cuestión que trates cuya respuestas colocaban en el tablero para jugar la partida de forma global.


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