Marzo-abril 2006
Futuro, presente.
La medida no se sabe a ciencia cierta quién la toma. Lo que parece quedar claro es que cada uno de nosotros necesita un planeta solo para él. Fuera de las convenciones necesarias, aire agua, fuego, amor...la métrica versificada de nuestras expectativas necesita un planeta (tanto físico como mental), individual. Reñido a pasos agigantados, eso sí, con los otros existentes. Ahora...vale que vega de vez en cuando el principito a visitarnos, pero que no se quede demasiado. Lo suficiente como para recordarme lo necesario de mi presencia en mi propio planeta. Para darme la razón. Para hilar mis asertos o divagaciones sobre la verdad del mundo o para comparar mi argumentación totalmente válida frente a la que no la es. Y que se despida amablemente....hasta la próxima vez que venga. Pero que cuando vuelva, avise y acate antes, que no siempre está limpio el planeta para las visitas, ni el café es digno de crítica, porque lo he cocinado yo y punto. ¿Adivinan quién es el principito?
En la actualidad, y, aprovechando la coyuntura constructora que nos invade, lo del planeta individual lo tenemos un poco crudo en lo que, a parcelas físicas se refiere. Sin embargo, mentalmente...todavía podemos jugar. Y lo hacemos.
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Fuente imagen: pullcast.eu Autoritas interpretativa: achante |
Cada vez más, salimos cargados de razones de los supermercados de ideas. Y se compran y se venden según más convenga. Con fundamento o sin él. Pero esto que más da. No es necesario fundamentar una idea. Hoy no.
Si fijamos nuestra atención en la representación política o la intelectualidad galopante, veremos la ideología carente de fundamento que pulula por despachos, oficinas, charlitas de café o esperando el verde del semáforo.
Y es que, las ideas expresadas, hechas ya, argumentos contraídos una vez se exponen, son material defectuoso de fábrica, que únicamente ve el principito. En nuestro planeta no valen las inspecciones técnicas ni los controles de calidad.
No funciona ya el influjo del prójimo para saber a ciencia cierta qué es lo bueno, lo malo, el bien o el mal para nosotros y mucho menos para el otro enfrente de nosotros. Lo que diga el principito carece de importancia, nuestro planeta es nuestro y el que entre en él tiene que aceptar nuestras propias normas.
El problema es que, al final, no hay más que uno para todos. Un planeta de verdad, digo. Y si queremos fundar un nuevo partido político y recabar votos, necesitamos de los demás. El principito es molesto y necesario a la vez. Deberíamos dejarle venir cuando quisiese y también, por qué no, que hiciese el café de vez en cuando.