Fuente imagen: pixabay. com |
La entrada lateral de la tienda ostentaba un color oro envejecido. Al pasar por el callejón creí visualizar un pequeño enjambre de equináceas, pero solo era una copia barata del cuadro de los girasoles de Van Gogh situado en la puerta trasera a modo de bienvenida. Un espejismo democrático que distorsionaba la realidad para todos. De ahí su "demos gracias".
—Te estás volviendo un ser criptológico —escuché decir a una mujer enfurruñada que salía por aquella puerta.
Desde dentro, otra voz rasgada (y cuyo género se podría describir como indescifrable) contestaba que no era una cuestión suya. Que su lenguaje se trasladaba a la profundidades del encuentro y sus intenciones se transformaban en mera simbiosis reptiliana. A ello sumó, con pausa melodramática, que la posibilidad suponía una brecha accesible hacia la actualidad.
–Lo que yo decía, indescifrable —sentenció con semblante de resignación mientras se alejaba caminando por la acera para llegar a una ranchera Ford con aspecto de haberse despeñado más de cien veces.
En ese instante decidí tomar asiento en la terraza de la cafetería situada en la acera de enfrente y comenzar el turno.
Acaba de comprender que el contrato como investigador privado firmado apenas 24 horas antes, suponía un cheque en blanco cuya rúbrica por mi parte beneficiaba nuestro negocio.
Acaba de comprender que el contrato como investigador privado firmado apenas 24 horas antes, suponía un cheque en blanco cuya rúbrica por mi parte beneficiaba nuestro negocio.