ELECTRONIC ECONOMY: LÁVATE LAS MANOS PARA ESTA CONTABILIDAD DERIVADA DE UNA INFANCIA DIFÍCIL
Lávate las manos, lávate las manos, lávate las manos.
Ayer vendí una silla de despacho de segunda mano en el mercadillo organizado en el trastero. El que vino a comprarla portaba consigo un fajo de billetes de diez y cinco euros.
Cuando recogió la silla para meterla en el Land Rover, me pagó con uno de cinco (es un mercadillo, barato, barato) y me dijo:
—Cuando vuelvas a casa, lávate las manos.
A lo que respondí sin prestar mucha atención con un:
—Sí, siempre. Gracias —.
En vez de extrañarme por aquella frase condescendiente en apariencia, lo que me llamó la atención fue que ninguno de los muchos billetes, perfectamente organizados por cantidad, fuera de más de diez euros.
Por la tarde acudí al supermercado para realizar la compra semanal derivada de la costumbre de nuestra especie.
Era de esos pocos sábados en los que apuro la hora de cierre y casi nadie pululaba ya por los pasillos. Tres cajas abiertas para atender a los cinco o seis clientes que quedábamos.
La situación permitió que me fijase que ningún cliente pagó con tarjeta. Y tampoco nadie pagó con billetes de más de veinte euros. Nadie menos yo. Al pagar la cuenta, extraje un billete de cincuenta ("lliuros"como suena en inglés). La cajera suspiró al abrir la caja agarrando el billete, volvió a cerrarla y se dirigió a por cambio a una de las que no se encontraban abiertas.
No pude resistir ejercer esa presión sutil de ingeniería social y le dije en actitud socarrona:
—¡Casi la hora de cerrar y vengo yo con billete grande...!
—No te preocupes, es el primero de cincuenta que toco hoy —dijo pensativa deteniendo su conciencia durante dos o tres segundos—. No me había dado cuenta hasta ahora. ¡Y en sábado! Es extraño, ¿verdad? —concluyó.
El lunes por la mañana volveré. Se me olvidó comprar el jabón para las manos. Y le volveré a pagar con uno de cincuenta. ¿Creéis que se dará cuenta de que fui yo la que le dio el último?
Os mantendré informados...
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