Auditorías que se sucedían por todas las redes. Los grandes fueron cayendo uno a uno. Algunos por motivos conocidos, otros por la costumbre de querer controlar la demografía global.
Jugando a ser dioses del equipo perdedor, abrieron fuego y comenzaron a disparar a los leales. Los leales, que sabían de dónde llegaban las palabras oscurecidas con carbón y limón, decidían en pequeños grupos a quién debían hacer desaparecer, sin un minúsculo descuido de su psicopatía facial característica.
Desde la cafetería observaba el exterior sin inmutarse. A través de las cristaleras que ocupaban toda la fachada —en un intento inútil del propietario por mostrar la metáfora del pez observado—, se dio cuenta de que sus predicciones se sucedían: en verdad, los peces serían admirados, el cangrejo seguiría siendo criticado por su incesante camino de vuelta al pasado, y los buzos, perdidos en el descubrimiento de América hoy (que ya no es América, sino Israel con los brazos en cruz, porque la ubicuidad lo es todo), se ahogarían por no saber reír bajo el agua.
Demasiado evidente. Demasiado evidente todo.
Fuente: pinterest |
—Ponme un hielo en mi café solo del tiempo. Pero lo quiero de ese iceberg que tienes flotando en la pila de fregar los platos —dijo dirigiéndose al barman.
—Aquí no veo iceberg alguno. Los icebergs solo aparecen en las pilas de los locales de dudosa reputación, y solo sirven para bautizar a los clientes "espina". ¿Qué, no lo sabes, tú que todo lo sabes? —espetó desairado, clavándole la mirada desde la barra.
El especialista en cócteles solo era un asalariado que se encontraba en ese instante ahí por casualidades del destino. El azar quiso que aquella contestación le pillase secando con un trapo de algodón egipcio de contrabando uno de los vasos verde traslúcido y regalado. Nunca le gustaron esos obsequios que la compañía de bebidas "Muerte Líquida" solía ofrecer a los propietarios unos días antes de la apertura de un nuevo local.
Al volver la mirada de nuevo a su quehacer, sus ojos botaron de las cuencas al observar el fregadero.
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El iceberg había perforado la barra de nogal que tanto le costó instalar al dueño del bar. Los ojos del Barman querían volver a su lugar, pero se pegaron al iceberg y él buscó la forma de aceptar, ya sin ellos, que el pensamiento mágico es, en realidad, visión de futuro disfrazada para la noche de los muertos.
Fuente imagen: pinterest |
-Versión mejorada según la IA-
Auditorías que se sucedían por todas las redes. Los grandes fueron cayendo uno a uno. Algunos por motivos conocidos, otros por la costumbre de querer controlar la demografía global.
Jugando a ser dioses del equipo perdedor, abrieron fuego y comenzaron a disparar a los leales. Los leales, que sabían de dónde llegaban las palabras oscurecidas con carbón y limón, decidían en pequeños grupos a quién debían hacer desaparecer, sin el más mínimo descuido de su psicopatía facial característica.
Desde la cafetería observaba el exterior sin inmutarse. A través de las cristaleras que ocupaban toda la fachada —en un intento inútil del propietario por mostrar la metáfora del pez observado—, se dio cuenta de que sus predicciones se sucedían: en verdad, los peces serían admirados, el cangrejo seguiría siendo criticado por su incesante camino de vuelta al pasado, y los buzos, perdidos en el descubrimiento de América hoy (que ya no es América, sino Israel con los brazos en cruz, porque la ubicuidad lo es todo), se ahogarían por no saber reír bajo el agua.
Demasiado evidente. Demasiado evidente todo.
—Ponme un hielo en mi café solo del tiempo. Pero lo quiero de ese iceberg que tienes flotando en la pila de fregar los platos —dijo dirigiéndose al barman.
—Aquí no veo iceberg alguno. Los icebergs solo aparecen en las pilas de los locales de dudosa reputación, y solo sirven para bautizar a los clientes “espina”. ¿Qué, no lo sabes, tú que todo lo sabes? —espetó desairado, clavándole la mirada desde la barra.
El especialista en cócteles solo era un asalariado que se encontraba en ese instante ahí por casualidades del destino. El azar quiso que aquella contestación le pillara secando con un trapo de algodón egipcio de contrabando uno de los vasos verde traslúcido y regalado. Nunca le habían gustado esos obsequios que la compañía de bebidas Muerte Líquida solía ofrecer a los propietarios unos días antes de la apertura de un nuevo local.
Al volver la mirada de nuevo a su quehacer, sus ojos botaron de las cuencas al observar el fregadero.
El iceberg había perforado la barra de nogal que tanto le costó instalar al dueño del bar. Los ojos del barman querían volver a su lugar, pero se pegaron al iceberg, y él buscó la forma de aceptar, ya sin ellos, que el pensamiento mágico es, en realidad, visión de futuro disfrazada para la noche de los muertos.
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Audits cascading across all networks. The great ones fell, one by one. Some for known reasons, others due to the old habit of trying to control global demographics.
Playing gods of the losing team, they opened fire and began shooting the loyal. The loyal, who knew exactly where the words stained with charcoal and lemon came from, gathered in small groups to decide whom they should erase—never letting slip the slightest trace of their characteristic facial psychopathy.
From the café, he watched the outside world, unmoved. Through the floor-to-ceiling windows—part of the owner’s futile attempt to display the metaphor of the observed fish—he realized his predictions were coming true: indeed, the fish would be admired, the crab would continue to be criticized for its ceaseless retreat into the past, and the divers, lost in today’s discovery of America (which is no longer America, but Israel with arms outstretched in a cross, for ubiquity is everything), would drown for not knowing how to laugh underwater.
Too obvious. Everything far too obvious.
—Give me a single ice cube in my coffee of time. But I want it from that iceberg you’ve got floating in your dishwashing sink— he said, turning to the bartender.
—I don’t see any iceberg here. Icebergs only appear in the sinks of disreputable establishments, and they’re only used to baptize “spine” clients. Don’t you know that, you who knows everything? —the bartender snapped, fixing him with a cold stare from behind the bar.
The cocktail specialist was just a salaried employee, there by the random turns of fate. Coincidence had it that the retort caught him mid-task, drying a translucent green promotional glass with a contraband Egyptian cotton rag. He’d never liked the freebies that the beverage company Liquid Death used to give bar owners a few days before launching a new venue.
When he turned back to his chore, his eyes leapt from their sockets at the sight of the sink.
The iceberg had pierced the walnut bar—the very one the owner had struggled so hard to install. The bartender’s eyes wanted to return to their sockets, but they stuck fast to the iceberg, and he began searching for a way to accept, now eyeless, that magical thinking is, in truth, foresight in disguise—meant for the night of the dead.
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审计如潮水般席卷所有网络。那些巨头一个接一个倒下。有的出于众所周知的原因,有的则源于那试图掌控全球人口的老习惯。
他们扮演着失败阵营中的神明,开火射击,向忠诚者发起攻击。而那些忠诚者,深知那些用木炭与柠檬涂抹过的言语从何而来,便在小团体中决定该让谁消失,脸上那标志性的冷酷病态一丝不苟,毫无破绽。
他坐在咖啡馆里,面无表情地望着外面。透过整面墙的落地玻璃窗——那是店主徒劳地想展现“被观察之鱼”这一隐喻的尝试——他意识到,自己的预言正逐一应验:的确,鱼将被赞美,蟹仍会因其不断倒退向过去的步伐而遭人指责;而潜水者们,迷失在今日对美洲的“重新发现”之中(那已不再是美洲,而是双臂伸展如十字的以色列,因为无处不在即是全部),终将因不懂得在水下欢笑而溺亡。
太过明显了。一切都太过明显。
“给我来一块冰,放进我的‘时间纯咖啡’里。但我要的是你洗碗池里漂着的那个冰山上的冰。”他转向调酒师说道。
“这儿可没见什么冰山。冰山只出现在声名狼藉的场所的水槽里,而且只用来为‘刺’类顾客施洗。你不是无所不知吗?这都不知道?”调酒师冷笑着回击,目光如钉子般刺向他。
这位调酒专家不过是个受雇的普通人,此刻之所以在这里,纯粹是命运的偶然安排。巧合的是,这句话出口时,他正用一块走私来的埃及棉抹布,擦拭一只通体翠绿的赠品酒杯。他向来不喜欢那家饮料公司“液态之死”(Muerte Líquida)在新店开业前几天送给店主的这些廉价赠品。
当他再次低头继续手头的活计时,目光一扫向水槽,双眼竟从眼窝中弹跳而出。
那座冰山已刺穿了吧台的胡桃木板——正是店主费尽心力才安装好的那一块。调酒师的眼睛想回到原位,却被牢牢黏在了冰山上。而他,开始试图接受一个没有双眼的现实:所谓魔法思维,其实不过是乔装成幻觉的未来预见,专属于亡者的长夜。
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Аудиты, следовавшие один за другим по всем сетям. Великие падали один за другим. Кто-то — по известным причинам, кто-то — из привычки хотеть контролировать глобальную демографию.
Играя в богов проигравшей команды, они открыли огонь и начали стрелять по верным. Те, кто знал, откуда приходят слова, затёртые углём и лимоном, в малых группах решали, кого следует стереть, не допуская ни малейшего сбоя в присущей им характерной психопатии лица.
Из кафе он наблюдал за внешним миром, не выражая никаких эмоций. Сквозь стеклянные стены, занимавшие всю фасадную часть здания — тщетная попытка владельца продемонстрировать метафору наблюдаемой рыбы — он понял, что его предсказания сбываются одно за другим: действительно, рыбу будут восхищаться, краба по-прежнему будут осуждать за его непрестанный путь назад в прошлое, а водолазы, затерявшиеся в сегодняшнем открытии Америки (которая уже не Америка, а Израиль с распахнутыми, как крест, руками, ведь вездесущность — это всё), утонут от того, что не умеют смеяться под водой.
Слишком очевидно. Всё чересчур очевидно.
— Положи мне кусочек льда в мой чёрный кофе времени. Но я хочу его с того айсберга, что плавает у тебя в мойке для посуды, — сказал он, обращаясь к бармену.
— Я здесь никакого айсберга не вижу. Айсберги появляются только в мойках заведений с сомнительной репутацией, и служат лишь для крещения клиентов «игл»*. Ты разве не знаешь этого, ты, который всё знает? — резко бросил бармен, впившись в него взглядом со стороны стойки.
(*) «иглы» — букв. «шипы»; калька с исп. «espina» — возможно, метафорическое обозначение «острых», «колючих» или инициированных клиентов.
Специалист по коктейлям был всего лишь наёмным работником, оказавшимся здесь в этот момент по случайностям судьбы. Случилось так, что этот ответ застал его за тем, как он вытирал один из прозрачных зелёных бокалов — бесплатный подарок — египетской хлопковой тряпкой контрабандного происхождения. Ему никогда не нравились такие подношения, которые компания напитков «Жидкая Смерть» обычно раздавала владельцам за несколько дней до открытия нового заведения.
Когда он снова перевёл взгляд к своей работе, глаза его буквально выскочили из орбит при виде раковины.
Айсберг пробил барную стойку из орехового дерева — ту самую, установка которой обошлась владельцу так дорого. Глаза бармена хотели вернуться на место, но прилипли к айсбергу, и он начал искать способ принять, уже без них, что магическое мышление — это на самом деле видение будущего, замаскированное для ночи мёртвых.