KALÍ-GULA Y EL C(L)A(L)(M)OR DE UNA SOLA RÁFAGA CREMATORIA
Desde la cafetería observaba el exterior sin inmutarse. A través de las cristaleras que ocupaban toda la fachada en un intento inútil del propietario por mostrar la metáfora del pez observado, se dio cuenta de que sus predicciones se sucedían: en verdad los peces serían admirados, el cangrejo seguiría siendo criticado por su incesante camino de vuelta al pasado y de que los buzos, perdidos en el descubrimiento de América hoy (que ya no es América sino Israel con los brazos en cruz, porque la ubicuidad lo es todo) se ahogarían por no saber reír bajo el agua. Demasiado evidente. Demasiado evidente todo.
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-Aquí no veo iceberg alguno. Los icebergs solo aparecen en las pilas de los locales de dudosa reputación y solo es para bautizar a los clientes "espina". ¿Qué no lo sabes, tú que todo lo sabes?- espetó desairado clavándole la mirada desde la barra.
El especialista en cócteles, solo era un asalariado que se encontraba en ese instante ahí por casualidades del destino. El azar quiso que aquella contestación le pillase secando con un trapo de algodón egipcio de contrabando uno de los vasos verde traslúcido y regalado. Nunca le gustaron esos obsequios que la compañía de bebidas "muerte líquida" solía ofrecer a los propietarios pocos días antes de la apertura de un nuevo local. Al volver la mirada de nuevo a su quehacer, sus ojos botaron de las cuencas al observar el fregadero.
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El iceberg había perforado la barra de nogal que tanto le costó instalar al dueño del bar. Los ojos del Barman querían volver a su lugar, pero se pegaron al iceberg y él buscó la forma de aceptar, ya sin ellos, que el pensamiento mágico es, en realidad, visión de futuro disfrazada para la noche de los muertos.
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