DEEP SEEK, ESA GRAN Y ACTUAL BALLENA AZUL
En una pequeña buhardilla, donde el periodismo cuenta con auténticos escribanos que transcriben por inferencia divina, el jefe de sección internacional, harto de reproducciones automáticas de texto carente de enjundia en el contenido por el abuso de la Inteligencia artificial, solicitó el artículo para la primera plana a una de sus estrellas filósofas auxiliares.
Éste fue el resultado:
H[D]EEP, H[D]EEP, HURRRRA!
“Hay pistolas que descargadas se me disparan...
...fíjate un objetivo distinto
que si me tomas en frío engaño
y con los años me hago más listo, cariño”.
Estopa-Vino tinto-.
Hace unos años recuerdo un reto que puso en jaque a cierta parte de la población. El reto de la ballena azul se dio a conocer lamentablemente por sus consecuencias y consistía en un juego en línea, supuestamente originado en Rusia y atribuido a un ex estudiante de psicología, en el que los participantes debían completar 50 tareas de dificultad gradual que culminaba con el suicidio del participante. Según el supuesto autor, repito, esto permitía la limpieza de la sociedad de individuos inútiles. Y, aunque no pudo demostrarse la relación directa entre el autor original y las causas de los suicidios, la leyenda ya había tomado su propia forma y difusión.
Como queda lejos aquella semilla que introdujo en nuestro inconsciente la idea de que existe gente que sobra (porque según esa lógica, si se contiene en ti la suficiente fortaleza no llegarías a ejecutar tu propia desaparición de forma gratuita, limpia y económica para el estado), ahora reaparece en forma de otra semilla: La icónica.
La gran ballena azul, en icono, reaparece. Ahora está en primer plano para todo el mundo. Primero era rusa, ahora es china.
La nueva, joven y reformada gran ballena azul, aparece en la web y es instalable (Achtung! que dirían los alemanes), en noticias televisivas, en blogs de especialistas en Inteligencia Artificial, en repositorios de vídeos mundiales o redes sociales. Y como no podía ser de otra manera, hackeada, para victimizarla más, si cabe, aumentando con ello su popularidad. Vamos, una fiesta de la espuma en toda regla en la que los participantes masivos disfrutan de la música y sus beneficios inmediatos sin otear el horizonte más próximo: que cuando se seca la espuma, se te pega a la piel y obstruye tus poros de forma asfixiante a la espera de una buena ducha de agua a 42º para que puedas deshacerte de ella (si es que puedes…y a la primera) sin consecuencias dignas de una visita al dermatólogo.
Pero, «recapacita, no vayamos a perder la cabeza», podrían decirme. ¿Cuál es la relación entre el reto de la Ballena Azul y la gran, nueva y maravillosa, reluciente ballena azul de DeepSeek, que no puede engañarme porque no soy un cuervo ni una luciérnaga? (¿Seguro?).
Todo el mundo que sabe —rectifico— todo el mundo «de los especialistas de la pista...» sabe que la relación directa es el etiquetado, de nuevo. (¡Qué hubiera sido si antes te hubiera conocido!, dice "la KG").
La categorización, que en nuestro cerebro fija objetivos y construye nodos, ¿está ahora intentando engañar a la población para que retomemos viejos hábitos?
La respuesta es la posibilidad de ver, dentro de lo malo, lo bueno. Donde todos ven muerte, miedo, destrucción, miedo, bombas, miedo y lobos, yo veo una posibilidad que no brilla a primera vista, pero que mantiene una luz constante en su búsqueda profunda o exhaustiva (deep seek) y no es de gas.
¿No estará China, como potencia mundial, descartando «inútiles» y, por tanto, en realidad, detectando talento? Pensémoslo, reflexionémoslo unos minutos y desarrollémoslo como hipótesis. ¡Venga, valiente!
El talento, lamentablemente, es muy escaso. Requiere innatismo, por supuesto (eso viene de raíz), pero, aun en el caso de que en tu interior exista, se necesita, además, disciplina de más de 21 días, esfuerzo, desarrollo de pensamiento divergente o lateral, un poco de misterio (que no se desvela bajo ningún concepto a nadie, nunca) y, a veces, de una parte obsesivo-compulsiva que es muy atractiva para las redes chinas.
Ahora bien, ¿qué es lo que quiere China con esta recopilación masiva de datos si la hipótesis propuesta sobre la detección de talento fuera de sus fronteras es cierta? La respuesta la tengo, pero no puedo dársela a ustedes porque después tendría que matarles. (Bien entiendan el cinismo efervescente y humorístico. Guiño, guiño).
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La versión mejorada según la IA.
Hace unos años recuerdo un reto que puso en jaque a cierta parte de la población. El reto de la ballena azul se dio a conocer, lamentablemente, por sus consecuencias y consistía en un juego en línea, supuestamente originado en Rusia y atribuido a un exestudiante de psicología, en el que los participantes debían completar 50 tareas de dificultad gradual que culminaban con el suicidio del participante. Según el supuesto autor —repito—, esto permitía la limpieza de la sociedad de individuos inútiles. Y aunque no pudo demostrarse la relación directa entre el autor original y las causas de los suicidios, la leyenda ya había tomado su propia forma y difusión.
Qué lejos queda aquella semilla que introdujo en nuestro inconsciente la idea de que existen personas que sobran —porque, según esa lógica, si uno contiene en sí la suficiente fortaleza, no llegaría a ejecutar su propia desaparición de forma gratuita, limpia y económica para el Estado—. Ahora reaparece en forma de otra semilla: la icónica.
La gran ballena azul, en forma de icono, reaparece. Antes era rusa; ahora es china.
La nueva, joven y reformada gran ballena azul aparece en la web y es instalable (Achtung!, que dirían los alemanes), en noticias televisivas, en blogs de especialistas en inteligencia artificial, en repositorios de vídeos mundiales o redes sociales. Y, como no podía ser de otra manera, ha sido hackeada, para victimizarla más, si cabe, aumentando así su popularidad. Vamos, una fiesta de la espuma en toda regla, en la que los participantes masivos disfrutan de la música y sus beneficios inmediatos sin otear el horizonte más próximo: que cuando se seca la espuma, se te pega a la piel y obstruye tus poros de forma asfixiante, a la espera de una buena ducha de agua a 42 °C para que puedas deshacerte de ella —si es que puedes… y a la primera— sin consecuencias dignas de una visita al dermatólogo.
Pero «recapacita, no vayamos a perder la cabeza», podrían decirme. ¿Cuál es la relación entre el reto de la ballena azul y la gran, nueva y maravillosa, reluciente ballena azul de DeepSeek, que no puede engañarme porque no soy un cuervo ni una luciérnaga? (¿Seguro?).
Todo el mundo que sabe —rectifico— todo el mundo «de los especialistas de la pista...» sabe que la relación directa es el etiquetado, de nuevo. (¡Qué hubiera sido si antes te hubiera conocido!, dice “la KG”.)
La categorización, que en nuestro cerebro fija objetivos y construye nodos, ¿está ahora intentando engañar a la población para que retomemos viejos hábitos?
La respuesta es la posibilidad de ver, dentro de lo malo, lo bueno. Donde todos ven muerte, miedo, destrucción, miedo, bombas, miedo y lobos, yo veo una posibilidad que no brilla a primera vista, pero que mantiene una luz constante en su búsqueda profunda o exhaustiva (deep seek) y que no es de gas.
¿No estará China, como potencia mundial, descartando «inútiles» y, por tanto, en realidad, detectando talento? Pensémoslo, reflexionémoslo unos minutos y desarrollémoslo como hipótesis. ¡Venga, valiente!
El talento, lamentablemente, es muy escaso. Requiere innatismo, por supuesto (eso viene de raíz), pero, aun en el caso de que en tu interior exista, se necesita, además, disciplina de más de 21 días, esfuerzo, desarrollo de pensamiento divergente o lateral, un poco de misterio (que no se desvela bajo ningún concepto a nadie, nunca) y, a veces, una parte obsesivo-compulsiva, muy atractiva para las redes chinas.
Ahora bien, ¿qué es lo que quiere China con esta recopilación masiva de datos si la hipótesis propuesta sobre la detección de talento fuera de sus fronteras es cierta? La respuesta la tengo, pero no puedo dársela a ustedes porque después tendría que matarles. (Bien entiendan el cinismo efervescente y humorístico. Guiño, guiño).
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A few years ago, I remember a challenge that shook a significant portion of the population. The "Blue Whale Challenge" gained notoriety—unfortunately, due to its tragic consequences. It was an online game, allegedly originating in Russia and attributed to a former psychology student, in which participants were required to complete 50 increasingly difficult tasks, culminating in the participant’s suicide. According to the supposed creator—let me repeat, supposed creator—this act served to "cleanse" society of useless individuals. While no direct link could be proven between the original creator and the resulting suicides, the myth had already taken on a life of its own, spreading rapidly across the digital landscape.
How distant now seems that seed planted in our collective unconscious: the idea that some people are simply expendable—because, by that logic, anyone strong enough would never voluntarily erase themselves in such a clean, cost-effective way for the state. Yet now that same seed resurfaces in a new form: the iconic.
The great blue whale returns—this time as an icon. Once Russian, now Chinese.
The new, youthful, and rebranded Great Blue Whale has reappeared on the web. It's installable (Achtung!, as the Germans would say), popping up in televised news reports, AI specialists' blogs, global video repositories, and social media platforms. And, as one might expect, it's been hacked—further victimized, perhaps, but paradoxically gaining even greater popularity. It’s become a full-blown foam party, where the masses revel in the music and immediate pleasures, oblivious to the looming horizon: when the foam dries, it clings to your skin, clogging your pores suffocatingly, awaiting a scalding 42 °C shower to wash it off—if you’re lucky enough to do so on the first try, and without needing a dermatologist’s intervention.
“But pause for a moment—let’s not lose our heads,” someone might say. What, then, is the connection between the deadly Blue Whale Challenge and this new, young, dazzling Blue Whale from DeepSeek, which couldn’t possibly deceive me, since I’m neither a crow nor a firefly? (Or am I?)
Everyone who knows—correction: everyone among the “trackside specialists”—knows the direct link is, once again, labeling. (“What a pity I didn’t meet you sooner!” sings “KG.”)
Categorization—the mental process that sets goals and builds neural nodes—could it now be attempting to trick us into reviving old habits?
The answer lies in the possibility of finding good within the bad. Where others see death, fear, destruction, bombs, wolves, and more fear, I see an opportunity—not one that shines brightly at first glance, but one that emits a steady, persistent light in its deep, exhaustive search (deep seek), and it’s not fueled by gas.
Could it be that China, as a global power, isn’t discarding the “useless” at all—but instead, precisely the opposite: detecting talent? Let’s pause, reflect for a moment, and explore this as a hypothesis. Come on, brave thinker, take the leap!
Talent, sadly, is exceedingly rare. It requires innate predisposition, of course (that comes from the roots), but even if present within, it demands more than 21 days of discipline, sustained effort, development of divergent or lateral thinking, a touch of mystery (never to be revealed to anyone, under any circumstances), and sometimes, a slightly obsessive-compulsive streak—something particularly appealing to Chinese digital networks.
But then, what does China truly want with this massive data collection, if our hypothesis about talent detection beyond its borders holds any truth? I have the answer—but I can’t share it with you. Because then, I’d have to kill you. (Please appreciate the effervescent cynicism and humor here. Wink, wink.)
1 comentarios
No sé cómo tomarme esto. ¿O sí?"No podía pelear para evitar que me comiera, porque ya me había comido": el increíble caso del joven venezolano al que se lo tragó una ballena
ResponderEliminarFuente: BBC
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