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Fase posdoctoral. Previsión de fondos para actuaciones extemporales

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  • NOTICIANDO
  • PUZLESÍA: RETALES EN PROYECTO


Que lo pare la ciencia,
que alce la mano exigiendo el cese.
Que grite seca,
encontrando el motivo suficiente,
la locura de ser.
La estancia vacía que dejaste,
las lágrimas que se derramaron
y no te dejaron beber,
aunque tuyas fuesen.

Que lo pare el horror ajeno
convirtiendo el estadio de otros
en superioridad vigente
en las estrellas.

Que los paren
que los distingan entre todos
y les acumulen viento en los bolsillos,
pasando un pulcro silbido de aviso
para navegantes.

Que los pare la ciencia
que el mar les engulla para no tener que verlo más.
Que encuentren el Necronomicón
y lo lean
y lo teman,
y lo encajen con un cerrojo entre las sábanas de los
que no crean ver en él
el futuro del mundo.

Boca callada. Fuente imagen: pinterest
Fuente imagen: pinterest






























Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
El paseo matutino 1
El paseo matutino...2
La señora Abbot y cuando el tú...
Apresúrate Mafalda, tú deberías evolucionar más que nadie.
Un violinista en mi tejado 1
¿Un violinista en mi tejado..2?
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.


Las doce y media de la noche y otra vez ese maldito violín. Jana Abbot, perfecta mujer de dormida de ocho horas mínimo, se levantó de la cama con una furia inusual. Inmediatamente perdió el equilibrio. Malda le hacía la puñeta, sin lugar a dudas.
Su visualización por la parte izquierda comenzaba a incrementarse asombrosamente y, pese a que por la noche solía no molestarle demasiado, no pudo más que bajar las escaleras apoyada en la pared, arrastrándose como una lagartija-serpiente, tocándolo todo, porque, la visualización extrema la dejaba casi ciega.

Al llegar al piso inferior, buscó a tientas las gafas de sol dentro de su bolso que permanecía pendido del perchero de la puerta de entrada y se las colocó. Ahora no veía nada de nada pero de verdad.
Cuando sus ojos se acostumbraron a las sombras, al menos, pudo intuir las formas, empuñó la puerta de salida y sin pensarse que llevaba puesto un pijama veraniego(eufemismo de pantalón corto y camiseta de tirantes nada apropiados para mostrar en público) y pantuflas a juego se lanzó a la calle y se plantó con brazos enjarrados en medio de la acera. 

Su brújula visual no acertaba a ver a nadie en los porches de los vecinos, pese a que dirigía la mirada a izquierdas, derechas y laterales. Ni rastro de luz en ninguna habitación en toda la calle. Su pie derecho pegaba toquecitos nerviosos intermitentes en el suelo a la espera de resultados.

—Vaya...¿Dónde está?¿Dónde carajo...?

Violín transparente. Fuente imagen:  jocundist.com
Fuente imagen:
jocundist.com
Al inclinar su cabeza hacia el cielo, alargando el cuello más de lo que hubiese deseado (aquello le provocó una contractura durante los  cuatro siguientes días) lo vio. Allí estaba el vecino violinista tocando otra pieza de música clásica, esta vez "Nessun Dorma". Y, pese a todo, le hizo gracia. 

—Oiga...¿Se puede saber qué hace ahí?
Jana intentó no gritar, pero, desde donde se encontraba no le escuchaba. Tuvo que hacerlo para llamar la atención a su "respetable conciudadano".

—¡Perdone!¡Perdone!

—¿Disculpe?— preguntó extrañado el caballero interrumpiendo la pieza.

—Le digo que ¿¡qué hace ahí en "mí" tejado!?— volvió a preguntar con enojo sustancial.

—¿Qué no le gusta?

Jana y su estupefacción se quedaron mudas por unos segundos. Rápidamente se recompusieron.

—¿En serio me está preguntado si me gusta el Nessum Dorma de Turandot? ¡Pues claro que me gusta! pero...

—¿Entonces? Deje que acabe la pieza y si quiere seguimos hablando. Es de mala educación interrumpir cuando un músico está actuando.

La señora Abbot encolerizó. Ella misma se lo notó porque se le calentó el cráneo. Desde que hubo adquirido aquella especie de "hipersensorial power", sus estados de ánimo se manifestaban de diversas formas. De momento, conocía que el enfado monumental solía ser una subida de calor de los pies hasta la cabeza, manteniendo alta la sensación térmica en esta última. La alegría sin embargo, transformaba sus dedos de los pies en cubitos de hielo. Hay que tener en cuenta que según las estaciones del año, aquello podía no ser una desventaja. Lo que todavía no controlaba era su estado de asombro por aquellos acontecimientos. Eran la causa por la que perdía durante unos instantes, los reflejos discursivos.
Por eso, antes de que pudiera decir nada más, el violinista del tejado la miró con ojos de extrañeza y en vez de seguir tocando, interrumpió de nuevo sus "killer" pensamientos.

—¿Por qué lleva gafas de sol?

—Disculpe...esto...ese no es el tema— respondió confusa a su interrupción.

—...¡Oh sí!Yo creo que sí... Responda— le inquirió con firmeza.

—¿Me está pidiendo usted que le explique el motivo de por qué llevo gafas de sol a las doce de la noche, que por cierto, es una larga historia, y no le extraña estar tocando el violín en tejado ajeno a la hora de los vampiros?
—¡Ah!— exclamó el vecino violinista—es por eso por lo que la veo tan alterada. No se preocupe mucho. No lo escucha nadie más que usted.

La señora Abbot se deshizo de las gafas de sol instintivamente para ver, con la mota de su ojo izquierdo, al personaje que acababa de decir aquello.
El violinista, al observar su cara, sonrió y volvió a su pieza musical con la misma concentración que en sus inicios.

Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
El paseo matutino 1
El paseo matutino...2
La señora Abbot y cuando el tú...
Apresúrate Mafalda, tú deberías evolucionar más que nadie.
Un violinista en mi tejado 1
¿Un violinista en mi tejado..2?
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.

El avión llegaba con retraso. El señor Abbot miraba su reloj de pulsera con cierta inquietud como si aquello supusiese alguna novedad en los aeropuertos de este país.
La señora Abbot, a la que le caracterizaba su funcionamiento a cámara lenta en el mismo momento que pisaba un recinto de transporte de pasajeros, fuera este cual fuera, permanecía sentada en un breve espacio con respaldo azul metalizado. Algunos dirigentes de aerolíneas, se jactaban de sus maravillosos acomodos para hacer de la espera, "...una experiencia metafísica". La señora Abbot, que gozaba de una lectura en su novísimo ebook agazapada(casi en cuclillas) en aquel eufemismo de asiento incómodo, no se atrevería a ser tan optimista.

-Jana, ¿qué estás haciendo ahí hecha un ovillo?-preguntó el señor Abbot sin mucho interés.
-Leyendo.
-No sé cómo puedes leer en esa postura y mucho menos, en ese tipo de asientos.
-Ni yo, pero aquí estoy. Leyendo.
-¿Te quitarás las malditas gafas algún día, querida?- preguntó con cierto cinismo el Doctor Abbot.
-Oh, tienes razón, no recordaba que las llevaba puestas.

Inmediatamente después de desprenderse de ellas, la intensa luz le golpeó en la cara con el mejor de los derechazos de pújil experto en el último combate, existencial, (eso sí). Entornó un poco los ojos, para superarlo y se recompuso con el amplificador visual al que ya le tenía acostumbrada aquella pizca instalada en su pupila. Llevaban tanto tiempo juntas que le había puesto, cariñosamente, el nombre de Mafalda. También denominada Mafi o Malda, dependiendo del día y de la compañía.

Pero, no pudo hacer nada más. La puerta del cuarto de baño, situado enfrente de su actual ubicación a la espera del vuelo 477 proveniente de Londres, comenzaba su particular dilatación (según la versión visual de Jana Abbot). Con aquella visión, comenzaron los acontecimientos relacionales que tan claros se paseaban por la mente de la señora Abbot, aunque, recordemos que, ahora, todavía no podía saber muy bien por qué, a cámara lenta.

Fuente imagen: deannahalsall.co.uk . Volando por el #mundo
Fuente imagen: deannahalsall.co.uk
-Oh, oh... Las puertas cierran y abren, ¡madre mía... qué grande es! -pensó mareada y guiñando el ojo izquierdo del cambio instantáneo de tamaño.
Inmediatamente, además de ver una descomunal puerta deformada a tamaño doble y esférico, observó cómo un caballero salía por ella. El sonido del portazo, tras él, supuestamente automatizado fue escuchado por Jana, lento y atronador.


-Cerrado. En este caso el sonido es de cerrado. Cerrado...cerrado... ¿Qué quiere decir? Vamos Mafi...Estamos en un aeropuerto... si está cerrado... ¿Qué van a cerrar el espacio aéreo? No es tiempo de vacaciones...pero hay huelgas de controladores aéreos. ¿Serán capaces? ¡Van a cerrar el espacio aéreo!-farfullaba intentado que no se le notase.

-¡Jana!-interrumpió su esposo- ¿Con quién estás hablando? ¿No estarás otra vez con el "temita" de la sobre estimulación sensitiva.

-¿Habláis de mí en vuestras conversaciones? Creí que el secreto profesional era una de las mejores cosas que teníais los médicos- susurró de nuevo.

-Qué ¡qué estás diciendo!- insistió volviéndose hacia su mujer con ojos inquisitorios.

-Sí, sí... no, no me pasa nada, es que me preocupa un poco que el retraso se deba a otras causas- intentó decir disimulando.

-¿A qué te refieres?

En ese momento el señor Abbot recibía un mensaje en su teléfono móvil a la vez que se escuchaba a través de megafonía: "Señores pasajeros, les informamos que nuestro espacio aéreo permanecerá cerrado desde estos momentos de forma indefinida". Disculpen las molestias. Les mantendremos informados.

-¡Mierda, Malda! Deberías habérmelo avisado antes y nos hubiéramos ahorrado el viaje. Muy justito, muy justito. Antes...tú deberías saberlo antes...- se dijo a sí misma la señora Abbot mientras escuchaba a su esposo recitar el mensaje de su descendiente común que avisaba de su retraso por las causas arriba mencionadas.


Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
El paseo matutino 1
El paseo matutino...2
La señora Abbot y cuando el tú...
Apresúrate Mafalda, tú deberías evolucionar más que nadie.
Un violinista en mi tejado 1
¿Un violinista en mi tejado..2?
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
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El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
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Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.




Fuente imagen:  esculturaurbana.com
Fuente imagen:
esculturaurbana.com
El Doctor Quant disponía esa mañana, encima de su mesa de trabajo, de algunos libros relacionados con las teorías matemáticas del Todo.  Junto a ellos,  dos campanillas de cobre ennegrecidas por el tiempo, que solía utilizar para darle tonalidad a cada aparición de una de sus "ideas ingeniosas". En la esquina superior izquierda del escritorio de piel de Ñu, herencia de su bisabuelo, ginecólogo de profesión, residía cual dueño de zona privada, un pequeño flexo que le acompañaba desde su primer año en prácticas y, que, pese a los movimientos compulsivos de su propietario por deformarlo con cada descubrimiento, seguía conservando su flexibilidad intacta.
Estos elementos, exceptuando la lámpara de mesa que solo estaba en la ecuación por costumbre, parecían ser lo que necesitaba para poder tratar a la señora Abbot, durante, al menos las próximas 5 sesiones.
Teniendo en cuenta que, dichas sesiones, eran una amalgama de resultados inesperados, no descartaba la posibilidad de ampliar los artilugios para avanzar en la terapia.

—Buenos días señora Abbot. ¿Cómo se encuentra hoy?
–¡Oh Doctor Quant!— exclamó aliviada—. Afortunadamente, llevo toda la semana sin necesidad de ponerme las gafas.

—No me extraña. Está lloviendo con intensidad sospechosa. ¿No tendrá usted nada que ver?

—¿Yo? No sé por qué se empeña en culpabilizarme de todos los males de este mundo. Doctor, quedamos en que la enferma era yo. Voy a comenzar a sospechar que necesitaré desempolvar el título de psico-pedagoga para poder tratarle yo a usted.

—¡Por encima de mi cadáver! Pseudociencias advenedizas. ¡Faltaría más!— exclamó dando un brinco desde su posición—. Estamos avanzando en ciertas partes de la medicina y  es posible que una de las opciones que usted nos dio, fuera la clave.

—¿Yo? No sé qué pensará usted, ni si comienza una alianza oculta con mi esposo, pero sepa que no creo que nadie de la comunidad científica les tome en serio si presentan cualquiera de mis...llamémosles "...distracciones transitorias" como instrumento fiable de medición científica.

—Ciertamente, señora Abbot, pero en nuestra defensa diré...

La señora Abbot estiró su cuello, visiblemente alterada y su vena yugular comenzó su particular movimiento de bombeo y vida propios.

—¿A dicho usted en "nuestra defensa"?¿En "nuestra defensa"?— volvió a preguntar en voz alta y visiblemente alterada la señora Abbot—. ¿Está usted diciendo, de verdad, que ha hablado de esto con mi marido?— volvió a interrogar con una entonación más alterada todavía—. Señor Quant, mi ojo izquierdo, bueno...ejem... la amplitud de miras...bueno... esta especie de lupa amplificadora  que acentúa, digamos mi... ya de por sí amplificada hipersensibilidad sobre la percepción de la realidad... bueno... quiero decir... mi "trastorno", me estaba avisando desde la segunda visita que le hice.

El Doctor Quant, tomó asiento haciendo una pausa en el sillón de titulado médico. Extendió su mano izquierda hasta alcanzar la lámpara de su flamante Ñuescritorio retorciendo, en "modo automático", la única luz de que disponía. Tomó aire y, con expresión sesuda mientras se reclinaba, a cámara lenta en el sillón, agarró, con manos temblorosas, el sistema axiomático de Euclides y prosiguió con su sesión terapéutica.

—¿Ah sí?, y ¿de qué es lo que exactamente le "avisaba" su hipersensibilidad?¿Podría describírmelo? 



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