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Fase posdoctoral. Previsión de fondos para actuaciones extemporales

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AURORA LA DENOMINADORA (II)



El caso es que no era la primera vez que sufría aquellas "puesta a punto" por las editoriales para las que trabajaba, pero siempre había salido victoriosa. Por alguna extraña razón el alcohol en sangre no le afectaba para su quehacer diario, pese a que tuviese la obligación de leerse 10 libros semanales para buscarles un "título perfecto".

-¿Quién te envía?-le preguntó bajando las escaleras- No serás del gobierno1... tengo todos mis permisos en regla y no he gastado todavía mis cupones gratuitos de suministro. Por lo que...
-¡No! ¡qué va!, no soy del gobierno ¿Por qué? ¿Tengo pinta de serlo?

Aurora le observó con ojos entornados. Aquel chico no tenía ni idea de qué era "el gobierno", de lo contrario habría reaccionado de forma completamente distinta. Los tenía más que calados. Los  ministros de la verdad de su particular gobierno, solían realizar redadas para corroborar que Aurora hacía su trabajo.
Al ser su encuentro total y absolutamente fortuito era imposible que fuese un "espía laboral".

Fuente imagen: Anna Sandalaki
Título: Coming soon
-¡Camarero!- exclamó levantando la mano desde el cómodo sillón de cuero desgastado en el que se había sentado.
-¿Qué vas a tomar?- preguntó él sin más controversia respecto de su acusación.
-Depende de la hora que sea...-contestó recuperando un poco la compostura.
-Son las seis de la tarde- respondió él después de pulsar el hueso de su muñeca2.
- ¡Ah!Entonces que me pongan una copa de vino blanco dulce muy frío.

Para Aurora, el ritual del alcoholismo debía respeto a las horas muertas. En esas horas, las que no poseen el peso de los alcoholes de fuerte graduación, bebía vino blanco o cerveza tostada. No perdonaba beber otra cosa que no fuese de calidad. Si algo le había enseñado la capacidad de asunción en sangre de bebida espirituosa y su posibilidad de producción laboral remunerada era que, beber era un placer y por lo tanto, nada de tetrabrik.

Una vez les sirvieron sus respectivos refrigerios, a Ángel, la curiosidad le comenzaba a molestar incluso en la boca.

-¿Nos centramos?- preguntó mirándola con una ceja levantada.
-Uff, veo que no pierdes el tiempo- contestó después de beber su primer trago.
-¿Qué relación tiene entonces Petete con los prejuicios?

Aurora volvió a tomar de su copa  y miró apenas unos segundos al techo haciendo como que reflexionaba al respecto.

-Pues los prejuicios de los ilustres suelen ser los más peligrosos- claudicó como si de un aforismo eterno lanzado al aire le hubiese aparecido.

Ángel inclinó la cabeza y respondió:

-Y ¿no es eso también un prejuicio?
-Efectivamente- respondió.

Lanzar frases lapidarias suele ser síntoma de conocer qué es lo que viene después. Aurora ritualizaba aquella práctica a la perfección. Demasiadas horas a solas, cara a cara consigo misma y las posibles respuestas en todos los mundos posibles.
Una vez contestada a la pregunta esperada, prosiguió:

-La diferencia es que, ni soy ilustre, ni mis prejuicios pretenden tener fundamento. Así todos ganamos. Si no proceden y me lo argumentan, puedo deshacerme fácilmente de ellos. La propiedad privada está muy sobrevalorada ¿No crees? Y ahora te lanzo el título, que me está llegando...

Durante unos segundos más, Aurora apartó la mirada retorciéndose un poco. Parecía tener un mal dolor de estómago.


"Un ilustre pingüino que quiso ser juez".

El muchacho abrió los ojos sincronizándolos con la apertura de su boca y exclamó:

-¡Vaya...sí que eres buena...!





1. Gobierno para Aurora= editoriales.
2.Desde la explosión tecnológica, aquellos ciudadanos empadronados en megaciudades como Metrópolis, podían insertarse chips en la piel para portar consigo los elementos más básicos como relojes hologramáticos con el fin de conocer la hora con sólo pulsar el final del cúbito.

Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
El paseo matutino 1
El paseo matutino...2
La señora Abbot y cuando el tú...
Apresúrate Mafalda, tú deberías evolucionar más que nadie.
Un violinista en mi tejado 1
¿Un violinista en mi tejado..2?
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.


Continuaron el camino hacia el primer paso de cebra que se visualizaba. Justo en la siguiente esquina. Durante el mínimo trayecto, no intercambiaron más palabras. Los edificios metalizados y de ladrillo caravista invitaba al silencio.  Pasados cinco minutos, la ciudad desaparecía detrás de ellos a medida que se acercaban a la zona residencial de la que formaban parte como vecinos.

—¿Cómo sabías lo que estaba pensando?
—No lo sabía, simplemente lo deduje —contestó muy sereno.
—Pero...y ¿cómo sabías que había ido a hablar con el panadero?
—Ves, eso sí que lo sabía. Bueno, la música me transmite cosas, ¿sabes?
—No, ¡no sé! —estalló indignada.

Fuente imagen: tumblr.com
Lo cierto es que su desconcierto iba en aumento. La señora Abbot estaba totalmente desencajada, no comprendía absolutamente nada de lo que le  pasaba, ni siquiera podía distinguir sobre la conveniencia o falta de ella de estar hablando con James, su vecino violinista. Sin embargo, así como en el caso del panadero matemático, su intuición y el resto de elementos vitales que le rodearon, le avisaron negativamente sobre él, en el caso de su vecino, no existían señales, al menos no negativas. Algo bueno debía significar aquello, ¿no?

—Tranquilízate, es lo único que te puedo aconsejar. De esa forma podrás ver las cosas con perspectiva.
—¿Perspectiva?¿Has dicho que me tranquilice para que vea las cosas en perspectiva? —preguntó ya internada en fase iracunda.
—Sí, eso he dicho.

La calma que expulsaba aquel maldito violinista, era directamente proporcional a la ira que le invadía a ella. 

—Mira Jana, si logras tranquilizarte es posible que mantengamos una conversación lo suficientemente inteligente como para que te pueda dar alguna pista sobre lo que te está ocurriendo e incluso, puede ayudarte algo de lo que te diga. No te lo aseguro, pero, es posible que te ayude.

—Está bien —contestó mientras cogía aire con la suficiente profundidad para alcanzar el modo zen.
Fuente imagen: devianart
Título obra: Le Espion
Artista:frogbillgo

—¿Preparada?
—Creo que sí.
—¿Llevas tu móvil encendido? —preguntó.
—¿Qué? —desconcertada miró de reojo a izquierda y derecha —esto...sí.
—Comprueba la activación del GPS.

Jana abrió su bolso, rascó con las manos hasta encontrarlo dentro y al abrirlo, comprobó que la geolocalización de su móvil estaba activada.

—¿Cómo...? ¡yo no activo el GPS nunca! Maldita sea —farfulló.
—¿Tienes la batería cargada? —siguió preguntando como si de un patrón prefijado de preguntas se tratase.
—Esto...no. Tengo siete por ciento de carga —contestó observando la pantalla.

 A cada pregunta que le hacía James, las respuestas aparecían en su boca con una fluidez pasmosa. Como si estuviese naturalmente predispuesta a contestarlas.

—Bien...podría pasar como que te has quedado sin batería...—comentaba entre dientes—. Desactívalo, apaga el móvil y saca la batería. No me hagas más preguntas hasta que hayas hecho lo que te he dicho.

James se apartó de ella mientras procedía según las instrucciones. Por detrás, aparecieron varios chicos jóvenes paseando a dos perros. Un pastor alemán y un bulldog.
Cuando pasaron por su lado, ambos comenzaron a ladrarle con una agresividad extrema. Suerte que los chicos llevaban a los animales según las normas básicas de seguridad: los bozales y las correas de agarre cumplían su función.


Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
El paseo matutino 1
El paseo matutino...2
La señora Abbot y cuando el tú...
Apresúrate Mafalda, tú deberías evolucionar más que nadie.
Un violinista en mi tejado 1
¿Un violinista en mi tejado..2?
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.


-No quiero hablar con usted.
-Lo sé, pero tendrá que hacerlo alguna vez.
-Nadie puede obligarme- contestó manteniendo una posición de alerta con una de las piernas ligeramente posicionada hacia atrás.
-No te podemos obligar, eso es cierto. Necesitas respuestas.
-¿Necesito yo o necesitas tú?Créeme, sé más de lo que puedo asimilar. Demasiada información en todos los lugares, y ahora que lo pienso...¿en qué momento hemos decidido tutearnos Don Ataúlfo?
-¿Cómo sabe mi nombre?¿Sabía que venía aquí?¿Qué quiere decir con "en todos los lugares"?
-Pues, ¿Por dónde quiere que empiece?- preguntó visiblemente molesta. - Saltándome el hecho de que desde esta mañana, al tocar el timbre de la consulta del doctor Quant, he visto un mendrugo de pan ennegrecido y los olores...y... esa sensación de saber que no tengo que hablar con...alguien...he visto un libro en el escaparate de la librería que se titulaba "Ataúlfo: el rey visigodo", la bolsa de pan de Eliot...el ahogo que me da estar dentro de una panadería...el maldito olor a quemado...
-Un momento¿Por eso sabes que me llamo Ataúlfo?¿he escuchado bien?Pero...eso es... ¡increíble!
-Lo he relacionado y ¡nada más! Todo. Mensajes de publicidad, textos escritos en muros...No quiero hablar más con usted. ¡No!
-Entiendo, entiendo- respondió Tau suavemente en un intento de retenerla para extraer de ella más información.

Por fin podría averiguar cosas que comenzaban a encajar en aquel puzle de locura.
-Pero, necesito saber cómo...¿Cómo hace para encontrarlas? A mí sólo me aparecen leyendo matemáticas, estudiando fórmulas, con las formas geométricas pero jamás...
-¿Encontrar el qué?
-Las señales.
-¿Qué señales? ¡Sólo son pensamientos relacionales! Por el amor de... ¡son ustedes hombres de ciencia!Y ahora si me disculpa, ¡me voy!

El Doctor Quant se interpuso en su camino impidiéndole continuar.

-Jana, sea usted razonable. Su caso es un caso extraño. Existen más personas como usted. Bien, yo no puedo hablarle de ello porque sólo conocía a Tau, pero...si usted quiere...

Al verse acorralada, decidió recuperar el pulso y la templanza haciéndose acopio de fuerzas. En el mientras tanto un coche circulaba por la calle con el volumen del equipo musical del automóvil superando claramente los decibelios permitidos en ciudad. La parte de la canción que pudo escuchar e identificó claramente como una señal decía:

-"...puede que, de la rabia haga mi voz y 
con ella mi bandera, 
sálvese quien pueda"...

En ese mismo instante, echó a correr sin mirar atrás. Ahora lo que olía a quemado eran las tapas de sus tacones.
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