EL MISTERIO DE LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE PERLA III


Este relato pertenece a la trilogía " El misterio de la gallina de los huevos de perla"




De cómo la necesidad, agudiza el ingenio.


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-No quieras saberlo.
-No si en realidad no quiero. Es por curiosidad. El otro día...hablando con la niña, me picó la curiosidad...nada más...-balbuceaba sin mucho interés- Fue al respecto de todo el dinero que habías heredado- insistió- y yo ya sabes mamá, que nunca me ha importado...y menos ahora que tenemos el ingreso de los estudios por  lo de las perlas y las gallinas...
-Pues sin no quieres saberlo no preguntes- expresó contundente clavándole las pupilas.

El silencio invadió la estancia. La abuela proseguía pelando meticulosamente las cebollas, sentada en su silla de ruedas. La mesa de madera maciza que adquirió en los años cuarenta le servía de punto de apoyo. Aquella maravilla llevaba en la familia más de medio siglo y mantenía la calidad. Se veía en los pulidos acabados de las esquinas bien trabajadas. Cortes limpios, lijados y rematados  con un barniz antipolillas de obligado repaso cada cuatro años.

-Mamá...¿por qué...?
-No sigas. Te lo voy a contar, veo que insistes y tienes un particular modo de investigar que...¡hará que acabes enterándote de todos modos!- exclamó claudicando.
La silla chirrió. Daba la sensación de aportarle fuerza al argumento.
-Lo invertí- contestó alzando los brazos con el cuchillo fuertemente agarrado en su derecha apuntando hacia el techo¡Hala, ya está, ya lo he dicho! ¿Contenta?
-¿Cómo? ¿¿que qué??¿Que invertiste? ¿En qué? y es más¿Todoooo?- preguntó asombrada por la respuesta a la vez que comenzaba a pasearse por la cocina como si buscase algo.

La abuela no podía creer que aquella fiscalización vital estuviese dándose en su familia.

-Lo invertí...en un negocio...
-Pero...mamá, en un negocio...- esgrimía haciendo el recorrido de la mesa a la pila de platos y volviendo a la mesa una y otra vez como si le hubiera saltado un tic nervioso.
-Sí, en un negocio legal.

-¡Ah...!, menos mal que es legal. ¡Con tanto secretismo...pensé...que podías haberte transformado en una traficante de marihuana o algo por el estilo!-gritaba sarcásticamente.
-Pues no pienses más. Fue un negocio hermoso, aunque también tengo que decirte que no nos daba mucho interés. No invertí ni en bolsa ni en nada de esas cosas que piensas.
-Bueno...pues entonces... ¿en qué...mamá? ¿Qué es lo que te hizo perder todo el cash?-insistía impacientándose.

La abuela inspiró aire con fuerza. Aquel secreto llevaba décadas dentro de su cuerpo y no iba a ser nada fácil hacerlo salir sin que la trataran como una trastornada.
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-Lo invertí ...¡en joyas!- asintió con la cabeza segura de lo que acababa de decir.

Su hija se quedó estupefacta.  El vapor de las cebollas impregnaba la cocina y sus efectos comenzaron a notarse. Las lágrimas se agolpaban en los ojos de ambas como consecuencia directa de la encebollada que tenían pensada para la cena. Por lo visto, macerada con explicaciones nada convencionales..

-¿En joyas? ¿En qué clase de...?- preguntó dirigiéndose al frigorífico para sacar las gambas que acompañarían en la cena. 
Pero no solo sacó de allí el marisco. Le acompañó su sentido del humor. Ambos congelados en este punto concreto de la conversación.
Fue entonces cuando comprendió todo.

-¿Qué? ¡No me mires así!- inquirió la abuela con el gesto altivo- De alguna forma tenía que salvar el patrimonio ¿no?

 Su antebrazo, que se ocupó de enjugarle las lágrimas y la mirada de su madre con el cuchillo cortando las dos cebollas que quedaban a finas rodajas, fueron los únicos testigos de la última vez que se hablaba de aquel asunto.









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