PINCHA AQUÍ. 2ª PARTE.

Este relato forma parte de una serie de relatos denominados "Pincha aquí".
Para saber más:




Fuente imagen:
www.georgehorner.com
Lo que te decía, recorrimos parte de la N666 y paramos en un lugar llamado Fort de Tancrémont. Lo recuerdo porque me impactó ver aquella masa gris de cemento armado. Aparcamos en la explanada exterior, caminamos un poco y mi tía le preguntó a mis padres si nos habíamos puesto loción para el sol o repelente de insectos. ¿Que por qué me acuerdo de esos detalles? Porque aquella pregunta era un  poco absurda. Marzo. Bélgica...¿repelente de insectos...? Se respondía sola, ¿no? Vale que hacía un día de sol fuera de lo normal para la época del año, pero, no para ponerse protección solar ni mucho menos loción para insectos.

—¿Confiáis en mí? —preguntó de repente.

Mi padre la miró sorprendido. Aquello no se lo esperaba. No entendía bien el porqué de la pregunta, miró a mi madre y ella le devolvió la mirada con la misma sorpresa, a lo que añadió una leve encogida de hombros; símbolo inequívoco de "...yo no tengo ni idea de lo que está pasando".

—¿Confías en mí o no, Carlos? —repitió como si la respuesta fuera la llave para soltar una culebra de información envenenada.

—¡Claro que confío en ti! —respondió mi padre condescendiente.
—¡Carlos, no me mires así...! —exclamó nerviosa. 
—¿Cómo te estoy mirando? Lo que pasa es que me estás asustando –balbuceó–. Pauli, estás muy rara...¿Qué te pasa?
—Sabes a qué me dedico, ¿verdad?
–Creo que sí —dijo mi padre no sin arrojar ciertas dudas de si estaba en lo cierto —. Trabajas en Investigación y desarrollo en un laboratorio farmacéutico.

En ese momento, yo jugaba con mi hermana. Nos agenciamos una pelota de fútbol antes de salir, pegábamos unos balonazos azarosos y nos mantuvimos distraídos. Años después mi padre me rebelaba todo lo que ahora sé.

–Sigue contando —recriminó Manuela para que me dejase de rodeos. Ya había anotado varias cosas en su libreta. Vi apuntado, #Grottes, #N666, #repelente #mosquitos y Fort de Tancrémont. Manuela, experta periodista, resumía muy bien el relato a través de su particular identificación de las palabras clave del relato. Toda una profesional. Y no era para menos.

Por lo visto, a mi tía le costó tiempo decidirse. Balbuceaba, daba vueltas, miraba hacia un lado y otro de la carretera...

—Pauli, sea lo que sea, lo arreglaremos, te lo aseguro. Te podemos ayudar.
—Bien. No hay más que hablar —concluyó. Confiáis en mí, habéis dicho, ¿no? –repitió mientras metía su mano en el bolsillo izquierdo del pantalón vaquero.

—Sí, por supuesto –contestaron al unísono mis padres.
—Pues bien. Ahora mismo os vais a tomar estas pastillas los cuatro –acabó diciendo—. Y extendió la mano para mostrar un frasco diminuto de cristal que incluía cuatro pastillas cuadradas y planas de color rojizo.
—¿Quieres que nos tomemos esto?¿Qué son? —preguntó mi madre visiblemente aliviada.
—Son pastillas para evitar picaduras de insectos.

En ese momento Manuela interrumpió con semblante desencajado:

_¿Esta era la historia? ¿En serio? ¿Una nueva píldora milagrosa para evitar la picadura de insectos? —. Mostraba su disgusto cerrando la libreta en la que hasta entonces había permanecido escribiendo para recabar datos sobre mi relato.






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