LA SEÑORA, FULANO Y EL CAMINO HACIA LAS REJAS
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La señora pensó en algo mundano. Pensó en que ojalá se quedase atrapada en el ascensor para no tener que acudir al trabajo. Pensó que ni siquiera tendría cobertura para poder avisar. Solo sería capaz de comunicarse con el exterior a través del pulsador que registraba tu situación después de tenerlo apretado durante unos segundos. Pensó que no caería esa breva...
Condujo hasta llegar a su puesto de trabajo como si se hubiese teletransportado. Por un momento, al realizar las maniobras de aparcamiento, no fue capaz de recordar cómo había llegado allí. Solo fue un instante. Inmediatamente después recordó las obras en el desvío de Alicante y su corazón, estrangulado por una décima de segundo, recobró su habitual palpitar taquicárdico. La lluvia amenazaba con limpiar sobre limpio, no solo su coche, si no que era posible que regalase su aparición estelar a una calle impoluta. Por eso, la señora sintió extrañeza y cierto reparo en bajar del automóvil. La limpieza no era lo habitual en la zona en la que se geolocalizaba.
Sin embargo, bajó del coche, prosiguió con la rutina normal de llegada e hizo acto de presencia allí donde le intercambiaban una compensación económica por su dedicación.
Al pasar por conserjería saludó a los allí presentes y cogió el ascensor en el que solo podía subir una persona por desplazamiento vertical. Al iniciar el ascenso hacia el tercer piso, el mensaje repetido por una voz femenina y metálica fue: "ascensor averiado, ascensor averiado". Dos veces. La señora pensó, <<por si no lo has escuchado bien a la primera>>. Estalló de la risa que se expandió por las cinco plantas del edificio, con sordina, eso sí. Los conocedores de la avería se miraban extrañados porque normalmente el efecto de encierro que sobreviene en la psique de las personas normales, suele ser justamente el contrario. Pero claro, nadie reparó en que la señora no era una persona normal y que el ascensor realmente no estaba, no estaba averiado.
Realizó su quehacer con precisión milimétrica al llegar a su despacho. Ese día, era el de ejecutar la espera. La espera a una cita que (ya sabía de antemano) no iba a materializarse. Con todo, intercambió correos electrónicos con varias personas con las que no se había citado, ejecutó varias reuniones improvisadas por videoconferencia para organizar su labor coincidiendo por casualidad con personas con las que normalmente había que pedir audiencia previa al menos con quince días de antelación y pensó:<<¡Qué suerte, qué alboroto, otro perrito piloto!>>.
Cuando hubo finiquitado su quehacer, regresó al coche e inició la vuelta a casa. Por la autovía del mediterráneo volvió a pensar en Julio y lo cerca que estaba de alcanzar el período vacacional merecido. A su lado, los camiones eran adelantados por tantos y tanto utilitarios conducidos por tantos y tantos proletarios como ella y mientras pensaba en Julio y su visita relámpago, adelantó al camión de carpa roja llamado transportes Fulano, S.L (sí, sí. Tal cual). Rio durante los segundos justos que permite el constreñimiento de una carcajada antes de darse cuenta de que tenía un arma en sus manos (el vehículo, por supuesto) e intentó recomponerse lo antes posible.
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Prosiguió con su adelantamiento por el carril central de asfalto contenido, pero el siguiente camión, esta vez con carpa azul y letras blancas, rezaba un nombre todavía más curioso (no os lo vais a creer, or you can't believe it, para los pingües bilingües) decía: Transportes A. Las rejas . S.A.
La señora volvió a reír pensando,<<serà precís?(o será preciso, para los carentes de conocimientos de lenguas cooficiales)>> y aminoró la velocidad levantando un poco el pie del acelerador materializando lingüísticamente sus pensamientos.
-A Julio le encantaría estar a mi lado ahora mismo. Tendríamos una gran conversación (cerveza en mano) en nuestro local preferido, BEER para CREER-.
Fuente: Doctor Ojiplático |
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