EL DESATASCADOR NEGRO MÁS NEGRO QUE NUNCA



Ayer recordé que me deshice del desatascador hace unas semanas porque la ventosa perdió su efectividad. Confieso que dicha herramienta de limpieza supone un elemento indispensable para una solución temporal habitacional como la mía. En el edificio antiguo de dudosa pulcritud global, no es posible dejar pasar más de seis meses de limpieza general de las cañerías porque la regurgitación de las tuberías es igual que la política de hechos consumados: inevitable y traicionera.
Para proceder a un reemplazo por un desatascador nuevo cuya goma merezca el acople succionador de mis desagües, he visitado el bazar más cercano. 
Este comercio está regentado por un matrimonio chino con los que mantengo una relación clientelar desde hace muchos años y a los que contribuyo en el sustento porcentual de su estancia en el mundo religiosamente con muchos y variados cachivaches necesarios para mi cotidianeidad.

La cuestión es que he entrado, he saludado y preguntado el lugar exacto de dicho útil puntual (cosa la cual siempre hago ya que es imposible entender el criterio organizativo de este tipo de establecimientos). Así me ahorro el paseo contemplativo en busca de otros tesoros no apuntados y por ello peligrosos, al no pertenecer a mi lista de "imprescindibles", también denominada "de hoy no pasa" y cuya urgencia depende del estado de abundancia de mi bolsillo.
 
Pues bien. Nada más entrar, <<buenas, buenas>> y la preguntita sobre la ubicación del artefacto de hoy,  a la que ha contestado amablemente, (llamémosle,  Paloma) la dueña del local:

-Al fondo a la derecha y vuelve a girar a la derecha.

Fuente:pinterest

Obviamente ha tenido que acompañarme la muchacha que tienen de dependienta, porque al fondo a la derecha y otra vez a la derecha no era ni al fondo del todo ni a la derecha, derecha. Ellos sabrán cómo organizan sus mapas mentales.
Una vez me ha redireccionado la amable asalariada, he llegado a una cajonera de rejilla en la que he encontrado multitud de desatascadores de tamaño estándar. 

Fuente: pinterest


La decepción ha sido bárbara. Lo cierto es que esperaba encontrarme uno de esos desatascadores enormes de mango de madera y ventosa color rojo, pero no ha sido así. Me ha llamado la atención que, tenían, eso sí, dos desatascadores de un tamaño menor (pensados para pilas de fregar platos y limpieza de manos, monísimos). Uno de color rojo y otro de color azul. Después de examinarlos con detenimiento y curiosidad (pues no los había visto nunca) no podía decidirme por ninguno de los dos. El rojo, cuyo color me parecía más acertado por proximidad cromática con mis gustos, tenía ciertas taras en la goma que seguramente no permitirían realizar la succión de forma correcta. Entonces, un gasto innecesario de un euro. Por contra,  el azul, que gozaba de una ventosa sin desperfectos aparentes, no era de mi agrado cromático. Así que...

Fuente: pinterest


¡Qué lástima! Reflexionándolo bien y visto lo visto, he optado por el negro más negro que nunca. He optado por la limpieza estándar recomendada por la propietaria del local: 
-Bicarbonato sódico + vinagre + reposado de 20 minutos y después echar agua caliente, muy caliente...y mucho caliente. ¡Verás que es muy bien!


En fin...todo sea porque los que vengan detrás se encuentren con unas cañerías limpias, dignas de volver a ser ensuciadas y volver a ser limpiadas y así ad infinitum (ahora saben lo del bicarbonato y el vinagre, pero hay más trucos...).

Cueste lo que cueste.



Comparte:

0 comentarios