DE DIÁLOGOS ABSURDOS EN TRIBUNALES FENIMAZIS Y DEL PLANCHAZO A FUEGO LENTO.




-Póngase en pie la acusada. ¿Entiende de qué se le acusa?
-Sí, señoría- respondió su abogado-De la realización de tareas domésticas específicas. En concreto de planchar las camisas a su esposo siendo una profesional cualificada en materia ajena a dichas tareas.
-¿Puede hablar la acusada?
-Sí señoría-volvió a responder el abogado dirigiéndole la vista a su defendida, seriamente compungido.
Y su defendida esperaba sentada...distraída en hacer funcionar la nueva aplicación de lectura en su tableta digital que le acompañaba. Siempre la llevaba consigo, a falta de hacer algo mejor en circunstancias de larga espera burocrática.

-¡Levántese!-exclamó la jueza.
-¡Uy!Sí..sí señoría. Comprendo- contestó inmediatamente dando un salto para ponerse de pie.

Fuente imagen: upsocl.com
Artista: Erik Johansson
Pero no mostraba signo alguno de arrepentimiento. Su defensa se basaba en la ingenua creencia del no reconocimiento del tribunal juzgador.
¡Ni que aquello fuera la Haya, ni que hubiese cometido un crimen contra la humanidad por el puro hecho de pasarle el hierro ardiendo a la vestimenta de su esposo!, pensaba cargada de razones.

-¿Comprende que el cómputo global de mujeres evolucionadas le haga saber que no es tarea de una profesional cualificada como usted, el hecho de la realización de tareas de profesionalización del epígrafe de "empleados de hogar"?

-Acláreme una cosa antes de seguir, señoría...¿está usted sugiriendo entonces que, pese a ser una mujer, profesional en un sector de reputado prestigio, independiente y autónoma, por el simple hecho de decidir plancharle las camisas a mi esposo merezco un juicio moral "evolucionador"?
-Esto...-reflexionó unos segundos antes de contestar su muy ilustre Usía- Sí. Efectivamente. ¿Y qué tiene que alegar al respecto?
-Ah...comprendo...pues ahí va mi primer alegato: ¿Me va a pagar el tribunal un/a especialista en tareas del hogar?

La portavocía de aquel grupo de mujeres y un hombre (sí, sí, han leído bien, un hombre feminazi) sucumbió en un profundo murmullo durante unos segundos. Toda la sala, expectante, esperaba la reacción, el contraataque.









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