LA SEÑORA ABBOT, LA PAJARITA QUE JUGABA AL POKER Y EL MOMENTO PERFECTO PARA SONREÍR

Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.




Jana recorría el pasillo de la tercera planta buscando la excusa perfecta, milimétrica y sin fisuras con la que dirigirse a su esposo para su exclusión de cualquier plan pensado para ellos dos a solas. Era absolutamente necesario aparecer en aquel concierto del dueto con su vecino el violinista y no encontraba la manera de planteárselo sin que comenzase a realizar indagaciones.
Aunque todavía lo desconocía, no le iba a hacer falta.
Su marido, después de la comida, había estado en la cubierta tomando unos cócktails con algunos pasajeros conocidos... y los planes le surgieron solos. Una partida de póker tenía la culpa.
El doctor Abbot ya lo había organizado todo, concluyendo (se desconoce con qué base antropológico-emocional) que su esposa estaría dispuesta a acompañarle.

Fuente imagen: iloveswmag.com
Llegó a la puerta del camerino-suite asignado, respiró profundo buscando en los entresijos de su mente algo que le librase de tener que dar explicaciones para acudir a solas a la sala de fiestas pero, no lo consiguió. Insertó la tarjeta de código en la rendija correspondiente para entrar, lanzándose al precipicio... sin paracaídas.

-Hola, ¿ya estás aquí?- contestó el señor Abbot desde el cuarto de baño.
-Sí- respondió observando con asombro el smóking que su marido llevaba puesto- ¿A dónde vamos?
-No te lo vas a creer...¡me he encontrado con el Doctor Quantum!

Jana percibió en su cabeza un chasquido al que pareció seguirle el sonido de dos platillos al chocar, pero, disimuló con la mejor de sus sonrisas.

-¡No me digas!- exclamó pasando de largo hacia la zona central-¿También está él aquí? No sé de qué me extraño...- susurró cínicamente sorprendida.

Su intuición le decía que la situación se arreglaría sola. De lo contrario ¿qué sentido tenía ese "tachán" de los platillos?

El Doctor Abbot se peleaba con la pajarita del esmoquin frente al espejo con lo que no prestó demasiada atención a las palabras que acababan de deslizarse por la boca de su esposa en la habitación contigua.

-No te escucho bien ¿qué decías?

-No... nada...que ¡qué casualidad!, digo- y apretó los dientes detrás de una amplia (pero falsa) sonrisa de alegría.

En realidad todos sabemos que Jana pensaba en que aquello era la guinda del pastel. Del pastel de la incomprensión. Sin embargo, el hecho de que su esposo quisiese jugar al póker en una timba de colegas de la profesión médica, le daba a ella, un margen para escaparse. ¿Qué importaba ahora que estuviese allí su psiquiatra? La cuestión se centraba pues en cómo plantearlo todo para evitar acompañarle sin que se percatase de que ella ya había trazado su propio camino.



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