DIÁLOGOS ABSURDOS: ENTREVISTA A UNA BARBI IRRACIONAL MIENTRAS PI...ERRE QUE ERRE.

La muchacha entró por la puerta del establecimiento nerviosa. Una entrevista para un puesto a tiempo parcial en un local de venta al público cubría sus expectativas vitales actuales además de sus gastos básicos. Necesitaba ese trabajo de verano y lo necesitaba a toda costa. 
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Mientras esperaba focalizó su deseo para convertirlo en realidad. Sentada en el sillón de la sala de recepción se mantenía inmóvil, con las piernas perfectamente alineadas. Se había puesto para la ocasión un vestido verde esmeralda. Al verse reflejada en la mesa central corroboró como acertada su elección.
Una señorita muy delgada con pantalones acampanados desde la cintura, cuyos rápidos movimientos hacían prácticamente imposible que se la entendiese si no era con cierto retardo , la invitó a pasar a una sala para la entrevista. 
En ella solo se podía ver el fondo acristalado por pared que mostraba el inicio descomunal de una de las avenidas nueva principales de la ciudad y dos sillones de piel negro impersonal alrededor de una mesa redonda del mismo color. El resto, bastante insulso, no permitía un análisis decorativo que diera para mucho tiempo con lo que, se encontró con doce minutos sin nada en lo que pensar.

Pasado dicho tiempo y cuando la impaciencia asomaba las ganas de coger la puerta para largarse de allí, apareció una señora rubia con un moñito alto, gafas de pasta azul y vestida con un traje de chaqueta gris. 

La señora alargó la mano y se la estrechó. Barbi conocía esa técnica psicológica y su mano respondió coherente a su personalidad.

–Buenas tardes, perdón por el retraso. Me llamo Aitana.
–Hola. No pasa nada.
–¿Su nombre?
–Barbi.
–¿Perdón?
–Balbina, perdone. Quería decir Balbina.
–y ¿por qué ha dicho Barbi?
–Es una larga historia.
–Cuente, cuente, me gustan las historias–dijo invitándola a la narración.
–¿En serio? ¿Forma parte de la entrevista?
–Sí, por supuesto.
–Pues verá es simple...-carraspeó–. De Balbina, Balbi y de Balbi vino Barbi.
–¿Y sabe usted por qué cambiaron la ele por la erre?
–Ah...eso... es curioso. Cuando jugábamos en la calle con mis amigas, decidieron que Balbi sonaba a Barbi pronunciado por un chino y desde entonces me llaman Barbi.
–Así ¿sin más?
–Sí. Decidieron apostar por  la erre, fíjese usted. Dijeron que la erre era más nuestra, más sencilla y que ellos no querían parecer chinos pronunciando mal el castellano–rió visiblemente nerviosa–. Cosas de niños, ¿sabe?
–Ya...–expresó con gesto apenado–. Y a usted ¿cómo le gusta más la erre?¿en mayúscula o en minúscula?

A Balbina hasta ese momento la conversación le había parecido extraña. Pero, oye, el perfil psicológico que busca cada equipo de recursos humanos siempre tiene una justificación y a ella le valía. A partir de la pregunta de la mayúscula y la minúscula, simplemente le pareció surrealista. Algo a lo que estaba más que acostumbrada porque  a lo largo de su vida formó parte de varios grupos de teatro amateur especialistas en improvisación. Por descontado un buen entrenamiento para situaciones como aquella. Lo que ocurría es que era la primera vez que lo ponía en práctica en la vida real. Sin pensarlo dos veces salió al escenario.

–A mí personalmente me gusta escribirla en minúscula.
–¿Sí?–expresó la entrevistadora anotando algo que no alcanzó a ver en lo que parecía una ficha curricular–.Y eso ¿por qué?¿Podría explicármelo?
–Por supuesto. Principalmente porque es una letra que se encuentra en medio del nombre y por lo tanto, oficialmente y según la RAE, debe escribirse así...
–Ajá...-asentía con detenimiento.

Su mirada sin embargo se perdía en el horizonte de otros sucesos. Barbi había visto esa mirada. Debía hacerla volver.
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–Pero el motivo que más me gusta es que me recuerda a pi.
–¿Cómo?–preguntó tomando consciencia de la realidad.

Acababa de volver de golpe de su pequeño letargo. Sus ojos indicaban a la vez, interés profundo y solicitud de disculpa por su momentánea ausencia. ¡Logrado!, pensó Barbi.

–Explíquese. ¿Se refiere al número pi?
–Por supuesto. 

La cara de la entrevistadora se asemejaba a la de un niño en la mañana de Navidad. Expectante, buscaba en sus ojos una respuesta que no llegaba de forma instantánea.

–Insisto. ¿A tres coma catorce dieciséis etc.?
–Sí, sí. Ese mismo. 
–Y eso ¿por qué?
–¿Seguro que es relevante?-tanteó.
–Es crucial. Se lo aseguro–afirmó reincorporándose tensa en el sillón. 


–Pi es una constante matemática. En mi nombre es algo estético. Si me llaman Barbi, la erre glamurosa debe estar incrustada justo en el centro de mi nombre. Me gusta pensar que la llevo dentro.
–El qué ¿el glamur...?- preguntó con una mueca de disgusto.
–No mujer... la constante matemática–soltó sonriendo como si tuviese sentido.
–Pero...pero eso no tiene relación alguna con su nombre. Es algo...¡irracional!–vociferó disgustada.
–También lo es pi. Número irracional y constante matemática que viene a ser el centro de un nombre inventado cuya letra erre, recuerda a tres coma catorce dieciséis.

–¡Oh!–exclamó abriendo los ojos al extremo de mostrar las cuencas blanquecinas aumentadas por unas gafas de dioptrías que, seguro pasaban de cuatro en cada ojo–. ¡Contratada!
–¿Ah sí?–inquirió incrédula.
–Sí. Sí. No se mueva de aquí. Ahora mismo vuelve mi compañera y la acompaña a la salida. Comienza el día 1....–dijo mirando concienzudamente su smartphone– jueves. Ha sido de mucha ayuda. Créame.
–¡Qué alegría!–expresó con la incredulidad todavía colgada de las exclamaciones mientras Aitana se levantaba y desaparecía casi en lo que tardó en parpadear.

Tras el portazo de la entrevistadora, en su cabeza se hizo el eco de la frase: "Ha sido de mucha ayuda, créame".

–¿Qué habrá querido decir?

Dos minutos después apareció una señora con gesto inerte. Morena con una melena en definición perfectamente cortada y unas gafas de pasta rojas. Vestía una falda larga y una blusa de cachemira.

–Buenos días. Balbina... ¿verdad? me llamo Asunción. ¿Comenzamos con la entrevista?







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