LA SOLEDAD DEL TENOR I



Sonó el teléfono. Justo al segundo tono, descolgó.

-¿Hablo con Pablo Nicanor Restrepo?
-Sí. ¿Quién es?
-Mire soy el albacea de su tío abuelo Pablo Restrepo. Mi nombre es Arturo Hidalgo.
-Sí, dígame ¿Le ha ocurrido algo a mi tío?
-Sí, mire...disculpe que le aborde así pero.. su tío ha muerto esta mañana.
-Oh, ¡no me diga!. Pero... no... sabía nada...- expresó audiblemente afectado.
-Le acompaño en el sentimiento...
-Gracias...
-Sabe usted que no tiene otro familiar cercano más que usted.
-Sí...pero...perdone estoy un poco disgustado. Hacía mucho tiempo que no tenía noticias de mi tío... es que no teníamos mucho contacto porque vivía lejos- dijo con un hilo de voz. Sus oídos prestaban más atención al latido de su corazón que comenzaba a ser amplificado a niveles desconocidos desde su interior.
-Sí...imagino...era soltero...estaba mayor...la vida es esto...no sé qué más decirle.
-No se preocupe...le doy las gracias por llamar. ¿Es por el entierro? ¿Qué..? ¿Cuándo es...?-Preguntó recomponiéndose- Me pilla muy lejos de allí pero podría llegar en unas horas...¿Hay que arreglar documentación, necesita algo de mí?

Don Pablo se alojaba en una agradable residencia para ancianos en la provincia de León. Si conseguía que le llevasen, en ocho o diez horas se plantaba allí sin problemas.

-No, usted no se tiene que preocupar por nada. Su tío era un hombre de negocios y éste, también lo dejó bien cerrado.
-Sí, lo cierto es que en eso siempre tuvo visión de futuro- contestó asertivo.
-Mire, en realidad...-prosiguió el albacea testamentario-le llamo porque Don Pablo pidió expresamente que estuviese usted en la apertura de su testamento.
-Comprendo..., sin embargo me gustaría poder saber los detalles del sepelio antes de hablar de todo eso.
-¡Oh! Disculpe...espero que no se tome a mal mi atrevimiento...entiendo...

Fuente imagen:
behance.net
Philipp Baken
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Philipp Baken
Mientras Don Arturo, informaba amablemente acerca del lugar, hora y otros detalles, Pablo sintió una profunda tristeza. Una tristeza hueca. Ese tipo de tristeza que te envasa el aire de los pulmones al vacío. En realidad, era un ataque de pánico, pero esto él, lo desconocía.
En realidad el mazazo venía porque le cayó un bloque de hormigón encima de su esencia vital. Acababa de darse cuenta, en ese preciso instante...de que estaba... sólo en el mundo.

Aunque hacía muchos años que no trataba con su tío, (tan sólo un telefonazo en las fiestas navideñas y los cumpleaños de ambos) guardaba grandes recuerdos de su niñez y adolescencia con él.
Su tío Pablo era el único hermano de su madre, fallecida hacía ya la friolera de diez años. Creyó recordar que, precisamente fue en su entierro, la última vez que coincidieron. 

Pablo no se casó. En eso siguió los pasos familiares. Hijo único, su padre falleció cuándo él era un niño de nariz suelta y su madre, hundida en una profunda depresión, fue rescatada por la única raíz ascendiente que le quedaba; su hermano. 
Se centraron mucho en su educación y se preocuparon de que tuviese una gran cartera de contactos. Don Pablo Restrepo era un hombre de negocios, no podía ser de otra manera. Su vertiente artística había dado más de sí que el resto del amplio abanico de opciones, cosa la cual disgustó enormemente a su progenitora, divirtiendo sin embargo a su tío que se lo tomaba como un reto.
Con todo, la tarjetera familiar seguía repleta de personalidades del mundo del arte y, por lo tanto, triunfó, como no podía ser de otra manera.  Gracias a ello, obtuvo la oportunidad de vivir siempre de viaje, con estancias intermitentes. Una ciudad aquí, otra a tres mil kilómetros. Unas amistades allá, otras a tres mil kilómetros de su alma. Esa superficialidad emocional fue la que, sin buscarlo, le introdujo en su propia lápida existencial justo en las últimas palabras tras el auricular... "...recuerde...a las cinco en punto... ".
Entonces comprendió que la muerte, también puede vivirse.

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