LA SOLEDAD DEL TENOR III


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-¿Se puede?- preguntó un señor probablemente de casi la misma edad que él.
-y ¿usted es?- contestó Pablo mezclando preocupación con curiosidad.
-Oh! Verá...yo soy el jardinero. En realidad...hago un poco de todo... bueno...perdone...no me he presentado. Soy Fructuoso Espín, pero todo el mundo en el pueblo me conoce como Oso.
-¿Fructuoso? No tenía conocimiento de su existencia...disculpe...pero...no me esperaba...-titubeaba sin saber qué decir.
-Esto... No se preocupe... su tío no me tenía exactamente contratado. En realidad soy el vecino. Bueno...la parcela es de mis padres, justo la colindante-dijo alzando el brazo para mostrarle su terreno a través de los ventanales.
-¡Ah! Entiendo...-logró esgrimir levemente.
-Le acompaño en el sentimiento...
-Esto...sí, sí...gracias...perdone pero ahora mismo estoy un poco descolocado. Ha sido un viaje largo.
-Imagino...perdóneme... si quiere vuelvo mañana.
-No... No se preocupe...y, dígame¿qué le trae por aquí? ¿Le dejó algo a deber mi tío?

Antes de que Oso pudiese darse cuenta, Pablo echó mano de su gabardina buscando en los bolsillos internos y extrajo una chequera.

-No.. No... por Dios... no se preocupe...su tío y yo éramos buenos vecinos... amigos. A veces yo hacía cosas por él y él hacía cosas por mí. ¿Comprende? -preguntó soltando una risa nerviosa.-Jamás se me ocurriría presentarme aquí para eso...no...

-¿Amigos? Pero ¿no había dicho que era el jardinero?
-Sí, soy el jardinero. EL del pueblo. Casi todos los vecinos me llaman para que arregle sus setos...arranque malas hierbas...ya sabe..cosas de jardinería.
-¡Ah! Ahora sí comprendo-hizo el gesto de aprobación correspondiente asintiendo- Bien...mi nombre es Pablo, no me he presentado. Disculpe- alargó la mano para estrechársela.
-Sí. Sé quién es usted. Siempre le tenía en mente. ¿Sabe?
-¿Ah sí?
-Sí, su tío era un gran hombre y en el pueblo se le echa de menos desde que lo ingresaron en la residencia. Aunque yo solía ir a verlo una vez por semana. Está cerca de aquí y era un gran conversador.
-Eso es verdad. Era un grandísimo conversador...-acertó a contestar cabizbajo.
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Autor: Daniela Aebersold
Título: Way back home
-Bueno...no quiero molestarle...he venido a entregarle la copia de las llaves que me entregó su tío. Me he permitido la licencia de adecentarle un poco la casa. En su habitación...
-¡Mi habitación!-exclamó sorprendido-¿Todavía está mi habitación en el mismo lugar?
-Sí señor. Tal y como la dejó.- respondió satisfecho Oso- Como le iba diciendo-continuó retomando el turno de palabra- en su habitación mi madre le ha dejado todo preparado y tiene el calentador encendido por si quiere darse una ducha, la calefacción en marcha y toallas limpias. Si quiere... está usted invitado a nuestra casa a la hora de la cena. La nevera está vacía, como comprenderá...y debo decirle que no es casualidad. Podría haberme acercado al pueblo y haberle comprado algo, pero...mi madre insistió en que viniera a cenar...no me lo ha permitido...ya la conocerá.

-¡Oh! Muchas gracias, no sé cómo agradecérselo...-gimió avergonzado.

Lo único que se le ocurrió, aprovechando que la chequera seguía en su mano...fue...extender un cheque. Para ello se acercó a la mesa del salón.
Cuando se dio la vuelta y con la intención de devolver las atenciones prestadas de la única forma que había practicado a lo largo de su vida, Fructuoso había desaparecido entre la niebla. Eran exactamente las seis y cuarto de la tarde. En monte cerrado, la noche cae antes en el alma que en el resto del mundo.

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