DIÁLOGOS ABSURDOS: ENTREVISTA A LA FIGURA DEL EMPRENDEDOR SEÑUELO. 1ª PARTE.



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La persiana se elevó de forma automática. Eran las diez en punto y la secretaria de la oficina de trabajo temporal se encargaba del mando a distancia. Desde la otra acera, mientras acababa de darle el último sorbo a su café con leche, apuntó hacia la persiana con el gesto costumbrista de realizar la misma actividad a diario.
En la mesa contigua se encontraba el caballero al que vería salir enmudecido por las circunstancias pocos minutos más tarde. Aunque eso ella no podía ni imaginarlo. La agenda seguía siendo un grupo de papeles de calidad premium cuyo soporte en cuero recordaba a los tiempos del blues profundo. ¿Qué significaba esto? Pues que necesitaba echarle un ojo para saber que era la primera cita de primera hora que concertó dos semanas antes para su jefe.
Completado el acople de la persiana se levantó de su silla. Apagó el cigarrillo con la suela de su zapato y cruzó la calle para abrir el local.
El señor, ataviado con corbata negra, traje gris y camisa blanca, siguió sus pasos. Al parecer él sí reconocía su momento histórico sin necesidad de agenda. Esperó unos minutos para darle tiempo de cortesía y entró.

—Buenos días. Tengo cita con el director —expelió recolocándose el nudo de la corbata.
—Sí. ¿Su nombre es... ? —preguntó ojeando la agenda.
—Amancio Retruenco.
—Sí, sí. Espérese un momento en la sala, si no le importa, que aviso a dirección.

Salió de su cubículo de recibimiento, se dirigió hacia el despacho de Don Daniel, tocó dos veces con los nudillos y abrió la puerta. El director de la sucursal llegaba dos horas antes que los empleados y bajaba la persiana hasta que aparecía Adriana que era el termómetro para respetar el horario de apertura por parte de todos los visitantes.

—Está aquí su primera cita, señor Aciegras.
—Muy bien, Adriana. Hágale pasar.

La secretaria alió del despacho, se dirigió al caballero y le indicó con gestos que podía pasar.

—Buenos días. 
—Buenos días —contestó Daniel echándole una ojeada al historial profesional que su empleada dejó convenientemente la tarde anterior en su mesa a la vez que estrechaba la mano del entrevistado —. Su nombre es... Ana..., digo...Amancio, ¿verdad?
—Sí. Sí. 
—Muy bien, Amancio. Tome asiento por favor, y dígame, ¿qué se le ofrece?

Amancio procedió a cumplir el ofrecimiento de su entrevistador y comenzó  oficialmente la entrevista sin más.

—Yo es que mire, venía a ofrecerle mis servicios.
—Muy bien. ¿Qué es lo que puede ofrecernos? —preguntó con paciencia cínica.
—Yo es que...he sido durante muchos años, señuelo.
—¿Cómo?¿Perdón? —preguntó atragantándose.

El entrevistado esperó unos segundo a que pudiese dejar de toser y comenzó su explicación.

—Sí...señuelo —respondió sin un ápice de movimiento muscular en su cara—. Durante muchos años he sido la parte de la ecuación laboral que engaña. Vamos, la parte falsa.

El director de la sucursal número tres de la ETT Range Octopus tragó saliva pensando en cómo salir de aquella entrevista lo antes posible. Los años de experiencia indicaban que se encontraba ante un perfil psicológico alterado. Lo que no sabía aquel mando directivo es que su experiencia chocaba de frente con la realidad.






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