LA METRÓPOLIS REVOLUCIONARIA DE AURORA LA DENOMINADORA, LA ASTUCIA DE LA SÍNTESIS Y DEMASIADAS HORMONAS PARA SU EDAD.


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No salía de su asombro. Acababa de cerrarle la puerta en las narices y él apenas había dispuesto de tiempo para reaccionar.
Aurora era así. Funcionaba a impulsos.
La vena carótida comenzó a inflamársele y su rabia se acumulaba en el final de sus extremidades superiores en forma de puños encerrados. No. Él de allí no se largaba esa noche.
Lo lógico hubiese sido, de ser él un caballero, dar por válida y suficiente la respuesta del portazo, pero, ni era un caballero, ni un hombre de negocios se rendía ante una negativa directa a la yugular.
Bajó las escaleras a velocidad cuántica, casi deslizándose por los escalones. Sergio era un hombre corpulento y sus pies, colocados en ángulo correspondiente podían bajar las escaleras a modo de rampa.
Al llegar al portal y observar su aeropropulsor V-617 lo tuvo claro. Haría como que no funcionaba y volvería otra vez a casa de Aurora mendigando comprensión y un sitio para pasar la noche. Si no podía pasarla con ella, al menos haría de tercero en discordia y no podría pasarla con el "muchachito".
Lo que no recordaba es que, ya había utilizado esa excusa en otra ocasión. Y Aurora, cuando se encontraba sobria tenía una memoria de electroelefante. 
Subió por las escaleras de nuevo de la misma forma. Esta vez utilizando tres escalones por cada zancada. Siempre lo hizo de esa forma, desde joven. Sus piernas necesitaban más ángulo que el estándar para encontrar una postura cómoda. Como con eso, todo. Siempre más que el resto de los mortales. 

Tocó tres veces la puerta con los nudillos. Ella reconocida la forma característica e impulsiva de tocar la puerta de su "jefe" y sin desplazarse siquiera gritó:

-Vete de aquí ya, estoy trabajando.

Sí...claro...trabajando, pensó mientras golpeaba haciendo caso omiso. No paró hasta que abrieron.

-¡Hombre Sergio!- exclamó Ángel pasándose la mano por la nuca para disimular su descontento con la situación

El chico era un tío listo. Curtido en la calle. Sabía que aquello era un ritual de apareamiento en el que no tenía ninguna intención de participar. Pese a que entre Aurora y él no existiese ni el más mínimo interés carnal, era consciente de que lo que deseaba esa noche aquella mujer, realmente era trabajar, beber y seguir trabajando para encontrar, para cada libro, el mejor de los títulos. 
Pero, las intenciones de aquel hombre al que se estaba enfrentando en el quicio de la puerta eran otras.

-¿Qué no sabe abrir la puerta la dueña de la casa que tiene que enviar a su observador internacional?

Este hombre no sabe que está haciendo un ridículo espantoso, pensó rascándose la nariz. 
El tono desafiante en apariencia, cabreaba más todavía a Sergio, pero el muchacho necesitaba unos segundos para contestar con diplomacia e intentar que los nervios no sobrepasaran la situación.

-¡Vamos tío...! Te ha dicho que quiere trabajar. No te lo tomes a mal, pero está leyendo- dijo en voz muy baja- He salido yo a abrirte porque ella no tiene la menor intención de hablar contigo. No te pongas así...hasta yo me doy cuenta de lo que ocurre y créeme, no intento meter nada ni meterme entre vosotros. ¿Comprendes?

El tono de su voz era conciliador y, como a los animales, la interpretación de sus ondas sonoras, lo calmaron de un golpe.

-Está bien... pero esta noche me quedo. No arranca mi AE.

Ambos sabían que aquello era incierto, sin embargo Ángel prefirió tomar el argumento como válido y dejarlo pasar. De esa forma comprobaría que no existían intenciones ocultas por su parte y zanjarían aquella pelea hormonal típica de adolescentes. Estaba muy por encima de todo aquello. Él sólo quería saber cómo conseguía el prodigio de titular, aprender la técnica de la síntesis.
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-Pasa y habla con ella- dijo abriendo el brazo en señal clara de invitación.
-Gracias- respondió cabizbajo.

Era incomprensible para el chico ver cómo un hombre de negocios se convertía en un animal sin filtro por los celos. Para él eran sentimientos muy extraños y no acababa de encajar su visión sociológica al respecto. 

Se dirigió hacia la zona del sofá. Aurora, sentada en su tumbona de lectura, tapada con una manta ligera, giró su cabeza para observarle con desdén.

-¿Qué otra vez no te arranca el AE?
-Otra vez...
-En la habitación de invitados hay una cama. Repartiros como queráis. Has conseguido que me retire a mis aposentos a acabar de leer estos dos libros-indicó en su tableta holográfica- que tengo que entregar-te ma-ña-na- recalcó separando bien las sílabas en su pronunciación.


Demasiado pueril todo, pensó Ángel ¿por qué tenía que pasar por aquello entonces?¿Qué le impulsaba a ver aquella obra teatral de guión preestablecido? Su postura de observador siempre le había garantizado una objetividad no desechable. En esta ocasión no era así. ¿Por qué seguía allí soportando aquel tira y afloja típico de telenovelas del siglo XX? 
Se sentó en el sofá estiró con gesto rápido las piernas y las cruzó. En esa posición tenía la vista perfecta para observar a Aurora.

-Buenas noches. Desde aquí veo lo suficiente para lo que necesito.

Sergio no entendía nada. Le bastaba con estar. En silencio y con las hormonas todavía revolucionadas para su edad, se dirigió hacia la habitación de invitados y se tumbó en la cama dejando la puerta abierta.
Desde allí controlaría la situación, tenía el sueño ligero.



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