LA SEÑORA ABBOT Y CUANDO EL "...TÚ ERES EL ESLABÓN PERDIDO" ES LA FRASE DEL DÍA.

Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.




Fuente imagen:  esculturaurbana.com
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esculturaurbana.com
El Doctor Quant disponía esa mañana, encima de su mesa de trabajo, de algunos libros relacionados con las teorías matemáticas del Todo.  Junto a ellos,  dos campanillas de cobre ennegrecidas por el tiempo, que solía utilizar para darle tonalidad a cada aparición de una de sus "ideas ingeniosas". En la esquina superior izquierda del escritorio de piel de Ñu, herencia de su bisabuelo, ginecólogo de profesión, residía cual dueño de zona privada, un pequeño flexo que le acompañaba desde su primer año en prácticas y, que, pese a los movimientos compulsivos de su propietario por deformarlo con cada descubrimiento, seguía conservando su flexibilidad intacta.
Estos elementos, exceptuando la lámpara de mesa que solo estaba en la ecuación por costumbre, parecían ser lo que necesitaba para poder tratar a la señora Abbot, durante, al menos las próximas 5 sesiones.
Teniendo en cuenta que, dichas sesiones, eran una amalgama de resultados inesperados, no descartaba la posibilidad de ampliar los artilugios para avanzar en la terapia.

—Buenos días señora Abbot. ¿Cómo se encuentra hoy?
–¡Oh Doctor Quant!— exclamó aliviada—. Afortunadamente, llevo toda la semana sin necesidad de ponerme las gafas.

—No me extraña. Está lloviendo con intensidad sospechosa. ¿No tendrá usted nada que ver?

—¿Yo? No sé por qué se empeña en culpabilizarme de todos los males de este mundo. Doctor, quedamos en que la enferma era yo. Voy a comenzar a sospechar que necesitaré desempolvar el título de psico-pedagoga para poder tratarle yo a usted.

—¡Por encima de mi cadáver! Pseudociencias advenedizas. ¡Faltaría más!— exclamó dando un brinco desde su posición—. Estamos avanzando en ciertas partes de la medicina y  es posible que una de las opciones que usted nos dio, fuera la clave.

—¿Yo? No sé qué pensará usted, ni si comienza una alianza oculta con mi esposo, pero sepa que no creo que nadie de la comunidad científica les tome en serio si presentan cualquiera de mis...llamémosles "...distracciones transitorias" como instrumento fiable de medición científica.

—Ciertamente, señora Abbot, pero en nuestra defensa diré...

La señora Abbot estiró su cuello, visiblemente alterada y su vena yugular comenzó su particular movimiento de bombeo y vida propios.

—¿A dicho usted en "nuestra defensa"?¿En "nuestra defensa"?— volvió a preguntar en voz alta y visiblemente alterada la señora Abbot—. ¿Está usted diciendo, de verdad, que ha hablado de esto con mi marido?— volvió a interrogar con una entonación más alterada todavía—. Señor Quant, mi ojo izquierdo, bueno...ejem... la amplitud de miras...bueno... esta especie de lupa amplificadora  que acentúa, digamos mi... ya de por sí amplificada hipersensibilidad sobre la percepción de la realidad... bueno... quiero decir... mi "trastorno", me estaba avisando desde la segunda visita que le hice.

El Doctor Quant, tomó asiento haciendo una pausa en el sillón de titulado médico. Extendió su mano izquierda hasta alcanzar la lámpara de su flamante Ñuescritorio retorciendo, en "modo automático", la única luz de que disponía. Tomó aire y, con expresión sesuda mientras se reclinaba, a cámara lenta en el sillón, agarró, con manos temblorosas, el sistema axiomático de Euclides y prosiguió con su sesión terapéutica.

—¿Ah sí?, y ¿de qué es lo que exactamente le "avisaba" su hipersensibilidad?¿Podría describírmelo? 



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