UN VIOLINISTA EN EL TEJADO (I)

Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.



–¿Querido?¿Querido?¿Escuchas eso?

Las 2:45 de la madrugada del sábado eran exactamente cuando la señora Abbot zarandeó a su esposo que yacía plácidamente dormido.

—¿Qué?¿Qué dices Jana?—carraspeó entre dientes el Doctor Abbot intentando despegar sus párpados para abrir los ojos.
Fuente imagen: unikate-auction.blogspot.com.es  Un violín
Fuente imagen: unikate-auction.blogspot.com.es
—¿No escuchas eso?– insistió la señora Abbot.

El señor Abbot se incorporó torpe y adormilado para encender la luz de la mesita de noche. Una vez hubo realizado dicha acción y, apoyado en el cabezal de haya macizo, tallado a mano por Amerindios que le regalaron para sus bodas de cobre unos colegas americanos del Stanford Hospital, cruzó sus manos entrelazando los dedos. Pasados unos segundos, con gesto ceñudo y con el dedo índice golpeando el nudillo de su homólogo en la mano izquierda, acabó diciendo claramente disgustado:

—¡Qué!¿Qué se supone que tengo que escuchar?

—Música de violín.

El señor Abbot, volvió a darle una oportunidad al caso y le prestó toda su atención auditiva.


—¡Por favor, Jana!¡No se escucha nada!— exclamó entrando en fase interpretablemente colérica.

El Doctor Abbot, en un gesto de rapidez magistral, alargó su mano izquierda golpeando rápidamente el interruptor de la lamparilla de noche y se acurrucó de forma lateral en la cama, dándole la espalda a su mujer y enfurruñado le espetó:

—¡Duérmete, haz el favor!

Pero Jana no podía dejar de escuchar a aquel violinista tocar insistentemente. Pasados quince minutos y, tras comprobar que el señor Abbot dormía plácidamente, optó por asomarse a la ventana.  Dirigió su mirada con el ojo bueno y el malo, a todos los posibles puntos cardinales,  además de inclinar su cabeza hacia abajo y hacia arriba. Definitivamente, y, pese a que se escuchaba alto y claro, allí no había nadie, su lupa no mentía. Al abrir la ventana y asomarse, aquel sonido musical se hizo más intenso. La señora Abbot intentó reconocer la pieza musical. Era "Tocata y fuga" en RE menor(esto lo supo después) pero con un violín. 

 —¡Asombroso!...— pensó.




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