DESCONTROLANDO EL VIENTO, JUGANDO UN PUNTO A FAVOR I

Relato perteneciente por orden a la serie "La chica del tiempo":



En la cafetería acababan de moler el café y su olor pululaba alegremente por todo el recinto. Las diez de la mañana, que es lo mismo que decir, la hora del almuerzo y por lo tanto, rebose de clientela de las oficinas de los alrededores. El lugar perfecto para mantener una conversación disipando cualquier posible temor.
En público, y en un país civilizado representantes del estado no suelen ponerse a disparar, ni secuestrar a sus civiles ¿o sí? No es que le quedara muy claro a Lucía que permanecía en el interior del coche sentada a la espera de instrucciones de Mario.
Fuente imagen: ilustrationweb.us
Autor: Hannah Davies.
Título: Butterflies
Pablo y su equipo por otro lado, se ubicaban en una de las mesas del fondo del local. Esperaba impaciente junto a su equipo la llegada del fenómeno, cuando percibió el primer indicio de que Lucía Mascaronte acababa de llegar o al menos, se acercaba. Ni siquiera podía asegurar ninguna de las dos cosas. Tampoco que fuese provocado por ella. Sólo observaron que se levantaba viento repentinamente.
El equipo del presidente, desde donde se encontraban, podía ver a través de los ventanales cómo varios periódicos volaban por los aires. Pasaban algunas hojas de los árboles de la avenida en la que se ubicaba el bar y la explosión de los restos de una papelera situada en la acera de enfrente cuyo interruptor accionó la ventolera. Debe ser ella, pensó el personal de seguridad. Obviamente, cada uno con su personal mecanismo de defensa activo.
El asesor personal del presidente observó el reloj para ver qué hora era. Detestaba que la gente fuese impuntual. De hecho, deberían haber llegado ellos más tarde, siempre era así. Al menos hasta el momento. Ahora bien, no era ni una situación normal, ni un momento digno de hacerse esperar, pensó mientras tecleaba en su teléfono de comunicación interna con la sede central del gobierno para hacerle saber al presidente las novedades. Es decir, ninguna.
Sonó la misma campanilla en la puerta de la entrada que cuando llegaron ellos al local. Era ella. Desde lejos, la pudo ver. Pablo siempre había tenido una vista excelente, y pese al lleno absoluto del local, su fisonomía además de su cara ya se la conocía de memoria. Demasiadas horas invertidas en I+D de este caso.
A medida que se acercaba, él notó el nudo en el estómago, ese que patea insistentemente cualquier momento de tensión, pero, con el handicap de, incluso, haberse dado la vuelta.
Miradas de tensión se arremolinaban entre los guardaespaldas y los tres asesores que le acompañaban. Todos permanecían de pie menos el secretario. Fuera, en cada esquina de la manzana y de paisano, más personal de seguridad.
Lucía saludó al camarero  y Mario también. Éste salió de la barra para darle dos besos e indicarles que, al fondo les había reservado una mesa más apartada, en la que encontraría a un grupo de señores que les buscaban. Mario permanecía callado y muy tenso. Ella lo sabía porque desde siempre, cuando su marido se ponía tenso(o extremadamente concentrado para no perder detalle) era parco en palabras. No había hablado en todo el trayecto salvo para darle las pautas estratégicas, de ahí que creyó necesario animarlo antes de continuar por aquella especie de antesala de la confesión.

-Todo va a salir bien, ya lo verás-aseguró con la voz muy calmada.
-Lo sé.


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