LA CHICA DEL TIEMPO VI. CONDUCTORA NOVEL II
Relato perteneciente por orden a la serie "La chica del tiempo":
La chica del tiempo VI. Conductora novel II
-¡¿Tú sabes qué significa esto Lucía?!¿Eres consciente de que cualquiera que te escuche va a pensar que estás, literalmente loca?-preguntaba gritándole sin parar de moverse de un lado a otro del porche, apartando con desdén las sillas colocadas estratégicamente para que tropezase con ellas.
-¡No estoy loca! ¡Te estoy diciendo que llueve cuando salgo de casa!- vociferaba sin cesar reafirmándose en su posición-¿Quieres que te lo demuestre?¡Necesitas que te lo demuestre! Ahora verás-corrió para entrar en la casa, convencida de que sus actos atraían las dichosas gotas, consecuencias inconcebibles de su presencia-¡Necesitas ver para creer!-gritaba sin cesar mientras entraba en casa-¡Necesitas hechos, necesitas ver!¡Pues te voy a dar ciencia y certeza querido!
Mario se agarró con fuerza la cabeza. Alucinado, dirigió su cuerpo con sus manos todavía en su cogote, hacia la ventana del porche para ver qué demonios estaba haciendo aquella mujer. No reconocía a la Lucía con la que se casó. Ha perdido el juicio, pensaba aturdido, definitivamente... Mientras tanto...la lluvia cesó.
Lucía permanecía en el salón. La podía ver a través de los cristales de la ventana, cruzada de brazos y apoyada con la cadera en la mesa del comedor. Parecía esperar algo.
Coincidiendo con el cese de la tormenta, volvió a salir de la casa veloz dando un portazo dirigiéndose al jardín. Allí se detuvo y volvió a cruzar los brazos. Y...¡La lluvia comenzó de nuevo!
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-Que sigas ¿con qué Lucía? ¡Por el amor de Dios...mi vida!-exclamaba visiblemente derrotado-Está lloviendo... para, vuelve a chispear, para... es lo normal..., cariño...-argumentó gesticulando condescendiente.
Para él, aquello era un completo trastorno. Una situación demencial que ella era incapaz de controlar.
-¿No me crees? ¡No me crees!¿Cómo me vas a creer? ¡Es algo inverosímil, pero...tienes que creerme!
Miró a Mario de nuevo. Se podía cortar su incredulidad desde dónde ella se encontraba.
-¡Nada...!Pues sigo-prosiguió diciendo como si no tuviese otra opción.
Convencida de su potencia, todavía por controlar, durante la siguiente hora, Lucía entró y salió aproximadamente unas veinticinco veces, (nadie las contó, ¿a quién podía importarle aquella nimiedad cuándo el fenómeno se hacía carne?). De casa al porche y del porche a casa. Y, todas y cada una de las veces, llovía, tronaba y diluviaba cuando salía y dejaba de llover o chispeaba, dependiendo del tiempo que emplease, cuando volvía a la casa.
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